Con mucho corazón

Con mucho corazón

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“Mi profesión es un reto, pero no es difícil, cuando se quiere no es difícil”, asegura la enfermera Carmen. Foto: Cristian Domínguez
“Mi profesión es un reto, pero no es difícil, cuando se quiere no es difícil”, asegura la enfermera Carmen. Foto: Cristian Domínguez

 

Por Iveett Valdés Betancourt

Lo afirmaron sin titubear cuando les pregunté si volverían a elegir la misma profesión. A la enfermera Carmita y al doctor Cabezas los apasiona su labor. Ambos aún recuerdan a muchos de sus pacientes, por ejemplo, a la colega que me acompañaba esa mañana cuando conversé con ellos.

María del Carmen Campillo González es la Jefa del Departamento de Terapia en el policlínico “María Emilia Alfonso” de Madruga, donde siempre ha trabajado. De sus 54 años ha dedicado 38 a la enfermería, pues según cuenta, desde pequeña era eso lo que quería estudiar.

“Mi papá siempre deseó que yo fuera médico, pero la enfermería me gustó más, porque es la que directamente va a curar, a inyectar, hay más cercanía con los pacientes y por eso la prefiero”, dice.

De los primeros momentos recuerda: “Con 17 años me gradué como Auxiliar de Enfermera y empecé en este mismo policlínico, en el Cuerpo de Guardia. Vivía mi plena juventud y ya estaba salvando vidas”.

“Mi profesión es un reto, pero no es difícil, cuando se quiere no es difícil”, asegura la enfermera Carmen. Foto: Cristian Domínguez
“Mi profesión es un reto, pero no es difícil, cuando se quiere no es difícil”, asegura la enfermera Carmen. Foto: Cristian Domínguez

 

“Ver sanos e incorporados a la sociedad a todos los pacientes que han pasado por mis manos, realizar mi Licenciatura (del 2007 al 2012) y otros cursos” se cuentan entre las experiencias maravillosas atesoradas por María del Carmen, quien cada mañana al llegar a la terapia se cerciora de que esté lo necesario para garantizar la atención que se ofrece en ese departamento y en el de urgencias.

“Estar al frente es una responsabilidad muy grande porque de mí depende el servicio que se le da al municipio de Madruga en cuanto a las urgencias médicas. En el Cuerpo de Guardia atendemos diariamente alrededor de 70 personas en la parte de enfermería. En la terapia hay dos camas, a veces los pacientes entran acá y luego deben ser remitidos, pero hemos tenido días con tres y cuatro enfermos; en ocasiones hemos tenido a un paciente durante una semana ingresado en la terapia”.

Desde las 8:00 am y hasta las 4 de la tarde dedica sus horas y desvelos a los pacientes. “Después llego a la casa y a partir de ese  momento asumo también mis funciones como delegada de la circunscripción. Muchas veces hay electores que me están esperando, o debo asistir areuniones del Partido y del Poder Popular.

“Además tengo dos nietos pequeños que viven conmigo, uno tiene 1 año y el otro tiene 2, cuidarlos es una tarea más”.

¿Qué se necesita para ser una buena enfermera?

“Corazón. Tener el corazón grande y ver al enfermo dentro de uno, considerar que uno mismo o mi mamá, mi papá, mis nietos, son el enfermo al que atiendes.

“La enfermera es el brazo derecho del médico, en mi caso esta relación siempre ha sido buena: los doctores siempre se apoyan mucho en una y viceversa. Si no existe ese respaldo entre ambos no puede fluir bien la atención de salud”.

¿Cuán complejo es ejercer esta profesión?

“Es un reto, pero no es difícil, cuando se quiere no es difícil. Es un sacrificio porque son muchas horas de trabajo, pero a la vez es lo más lindo que le puede pasar a un ser humano.

“Mis 3 hijos siempre me han apoyado, antes lo hicieron mis padres y hermanos. Cuando mis niños eran pequeños yo no dejé de trabajar”.

Se confiesa como una mujer realizada, feliz y con la mirada puesta en el futuro. “Siempre me ha gustado estudiar, hice mi curso de Urgencias Médicas ya con 53 años cumplidos y cada vez que se presenta alguna oportunidad de superaciónyo estoy ahí.

“Me voy a cumplir misión el año próximo. Esto es un reto y además una condición revolucionaria que desde niña el pueblo y la Revolución nos inculcó. Creo que brindar ayuda a otros países es el gesto más grande de un revolucionario.

“El otro desafío que tengo es el de seguir aquí hasta que el destino quiera”, asevera.

A una enfermera diariamente le suceden cosas que siempre recordará, dice Carmen, pero guarda especialmente en la memoria la ocasión en la que estrenó sus noches de guardia en el policlínico de Madruga. “Aproximadamente a las tres de la madrugada llegó el primer accidente que recibí y tuve que hacerlo sola, eso nunca lo voy a olvidar. De hecho, ese hombre está hoy incorporado a la sociedad y actualmente trabaja en la Cruz Roja de este municipio”.

En su familia solo ella viste de blanca y usa la cofia en el cabello, pues los demás se desempeñan como maestros, aunque también el magisterio le toca a Carmen en primera persona.

“Me gusta mucho la docencia. Imparto clases a los estudiantes de Enfermería de nuestra sede y, por ejemplo, me ocupo de todas las actividades prácticas que ellos desarrollan dentro de la terapia. Son tres grupos del primero al tercer año de la especialidad. Atender a esos muchachos y muchachas implica otra responsabilidad, porque está en mí prepararlos para el futuro”.

Foto del doctor Ramón Cabezas Moreno.  Pie de foto: La estima y consideración de mis pacientes es muy  gratificante en esta profesión. Foto: Cristian Domínguez
 La estima y consideración de mis pacientes es muy gratificante en esta profesión. Foto: Cristian Domínguez

 

LA MISIÓN DE CURAR

Son dos las misiones internacionalistas que ha cumplido el doctor Ramón Cabezas Moreno, pero sanar es la labor más importante de su vida.

En el cuerpo de guardia del policlínico “María Emilia Alfonso” trabaja este galeno que, por tradición familiar y amor a la medicina, escogió la profesión que ejerce hace más de tres décadas. “Matriculé en 1976 y me gradué en el 82. Creo que tener en casa a personas vinculadas a este sector fue fundamental para inculcarme este sentimiento”, dice.

“Mi etapa de posgraduado la hice vinculado a la esfera militar en la Unidad 2721 de San José de las Lajas, allí pasé 3 años. Después de eso me plantearon la misión de Angola y ya en el 85 viajé a ese país donde estuve 30 meses cumpliendo misión como médico militar.

“El 12 de noviembre del 85 llegué a Angola y me ubicaron como Jefe de Servicios Médicos de una Brigada de Tanques ubicada en el sur de la nación. Nuestra labor era atender a las tropas cubanas.

“Todo me fue bien. Tuve mucho trabajo, hice muchas caravanas; participé en alrededor de 12 brindando atención médica. Las experiencias fueron muchas, muy complicadas y también bonitas. Yo había realizado en Cuba un posgraduado con pocas situaciones de enfermos de gravedad, politraumatizados, accidentes, pero allí si vi todo eso; realmente atendí casos impactantes”, rememora.

Tras su regreso a Cuba dirigió el policlínico madruguero por casi dos años. Después realizó una residencia y un diplomado en Geriatría; ejerció también como médico y subdirector del Hogar de Ancianos de la comunidad Aguacate en este municipio hasta el 2011.

“En esa fecha viajé a Venezuela. Ello implicó convivir con otras costumbres y, sobre todo, trabajar mucho. Ese país es muy trabajoso, allí se labora mucho más que en Cuba. Además hay una oposición que estaba muy pendiente de cualquier detalle para criticarnos”, relata.

De las vivencias durante los 3 años y el mes que pasó este médico madruguero en la capital bolivariana, también recuerda: “Atendimos a muchas personas lesionadas o heridas por armas de fuego. En nuestro CDI se suturaban diariamente a unos 40 pacientes. Yo era el Jefe del Cuerpo de Guardia, en un día tenía entre 70 y 90 casos; incluso en una ocasión llegué a ver 102 casos.

Foto del doctor Ramón Cabezas Moreno.  Pie de foto: La estima y consideración de mis pacientes es muy  gratificante en esta profesión. Foto: Cristian Domínguez
 La estima y consideración de mis pacientes es muy gratificante en esta profesión. Foto: Cristian Domínguez

 

“Recibimos a muchos pacientes en la zona de Petare, ese era la zona sitio de Caracas donde estuve, allí vive gente pobre que se atendían con nosotros. Ellos no iban  a los hospitales privados que tiene Venezuela y en los que hay que pagar, sino venían a tratarse con los cubanos.

“Fue bonito, hice una buena relación con mis pacientes, nos comunicamos mucho. La población nos quería.

“Desde el punto de vista profesional aprendí mucho, porque estaba con un grupo de colegas y de unos supe sobre ortopedia, del otro  conocí de cirugía. Todos trabajábamos unidos, fue una labor ardua: lo mismo nos llegaba un parto, que una convulsión aguda febril en un niño,  un politraumatizado o un accidentado”.

Sus jornadas en el policlínico de Madruga también las califica como momentos de superación “porque cada día uno aprende más, aunque tenga 58 años”, afirma y habla del sacrificio y la necesidad de instruirse más como elementos fundamentales para desempeñar con éxito su profesión.

“Hay que estar preparados para no tener miedo, para no ser el doctor  que entra a una consulta con las piernas temblorosas. Hay muchos casos que me han marcado, sobre todo las emergencias.

Desafíos de su profesión…

“Lo más difícil para un médico es saber lo que tiene el paciente, o sea, emitir un diagnostico. Cuando uno determina qué le sucede al enfermo, le recomienda el tratamiento y lo cura, entonces me siento contento, se experimenta alegría y duermo bien; pero si me equivoco me cuesta conciliar el sueño”.

“Recuerdo que en los inicios de mi vida laboral, en el año 82, una vez me mandaron para Camagüira, en Santa Cruz del Norte. Comencé a hacer guardia en el policlínico de ese municipio, allí en aquel momento no había hospital, aquel sábado cuando tuve que relevar a la doctora y me vi solo con apenas 24 años y la responsabilidad de atender a todos los pacientes las piernas me temblaron.  Aquella noche hice 11 remisiones, fue una guardia compleja, porque ocurrió un accidente en la Vía Blanca”.

¿Qué motiva a trabajar a los médicos cubanos?

La conciencia, el amor por la profesión, el querer curar y ser cada vez mejor. Nosotros fuimos a Angola y a Etiopía a cambio de nada, sin ningún interés personal, pues en ese momento no había tarjetas magnéticas.

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