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Uno de los espacios privilegiados de Santiago de Cuba es el entorno del Castillo San Pedro de la Roca, más conocido por El Morro, declarado por la Unesco como patrimonio de la humanidad.
En reducido perímetro se concentran la fortaleza —muestrario de la historia del corso y la piratería en la región, de las luchas de los patriotas cubanos por la independencia y de la batalla naval que marcó el fin del imperio español—, el hotel Balcón del Caribe, la playa La Estrella, el corredor de los artesanos con sus ofertas diversas, el faro que recibe y guía a los buques que llegan a la ciudad, y uno de los más singulares restaurantes santiagueros: El Morro.
En este último lugar la cubanía hace gala sostenida por el desempeño de sus 15 empleados, principales responsables de lo que acontece, con el aval de ser colectivo líder de la calidad del Sindicato Nacional de Trabajadores del Turismo en la provincia, vanguardia nacional en varios años, y obtener por dos ocasiones, la última en este 2015, el reconocimiento internacional Hotel y Restaurant Quality Award, del Global Trade Leaders Club.
Pero más allá de diplomas colgados en las paredes y el mural, los que allí laboran prefieren mostrar con hechos su sentido de pertenencia.
Si alguien lo pone en duda basta que se remonte en el tiempo tres años atrás, en los difíciles días de finales de octubre del 2012, cuando el huracán Sandy dejó a cielo descubierto el restaurante y sin esperar “refuerzos”, sus trabajadores pusieron manos a la obra y recuperaron su segunda casa en un gesto que los encumbró aún más como colectivo laboral.
Veinticinco años marcando la diferencia
Desde hace un cuarto de siglo, El Morro pone sello de distinción a su quehacer cuidando con celo lo que día por día acontece, pues a juicio de uno de sus fundadores, el chef Santiago Téllez Pérez, “la huella que dejas hoy en el cliente es garantía del mañana.
“Por eso mezclamos muchas cosas que les dan un toque único al lugar y la comida tiene un peso fundamental, pues reproduce lo que por siglos ha caracterizado a la culinaria de este país con potaje, sopa, congrí, cerdo asado, tostones, buñuelos de malanga, ropa vieja, tasajo y dulces criollos”.
Todo dispuesto en fuentes, sobre mesas de madera, sin manteles, a la usanza de los tiempos de corsarios y piratas, con taburetes y con pisos de losa de arcilla.
A ello súmele la sonrisa y las buenas ganas de atender a los visitantes, no importa de donde vengan: bien de mercados tradicionales como Canadá, Francia, España, o de naciones como Egipto, Japón, China o Eslovenia; sean famosos como Paul McCartney, Jim Carrey, Frank Fernández, Omara Portuondo, Eliades Ochoa, o bien gente común y sencilla como los santiagueros que hasta allí se llegan.
Con tales atributos queda confirmado que es posible atrapar en un pequeño espacio la esencia de la cubanía, allí, en el restaurante El Morro, donde 15 trabajadores sienten orgullo de lo que su centro laboral representa.
