El orgullo de iluminar la noche

El orgullo de iluminar la noche

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Ariel Carmenate Vázquez - Las Tunas - Cuba
Ariel Carmenate Vázquez. Foto del autor

Ariel Carmenate Vázquez ya viste de paisano, pero sus manos muestran las huellas de casi cuatro décadas desafiando peligros, muchas veces en inhóspitos parajes, y en su fuero interno conserva innumerables recuerdos que no lo abandonarán jamás.

“A la Empresa Eléctrica de Las Tunas llegué casi de casualidad. Había cumplido los 14 cuando me incorporé voluntariamente a la Columna Juvenil del Centenario. A los 18 me desmovilicé, entonces me presenté en la Dirección de Trabajo y allí me informaron de un curso de liniero que se impartiría en el municipio de Jobabo”, rememora.

“Acepté la sugerencia sin imaginarme siquiera que era para formar linieros eléctricos. Lo supe en la escuela, pero le cogí el paso y me gradué con buenos resultados de Liniero C en Construcción y Mantenimiento, y ya no pude apartarme más de esta retadora profesión”, afirma con tono nostálgico.

Ariel me recibe en su casa, en un ambiente íntimo, muy familiar y me confiesa: “Mi jubilación se hizo firme el 30 de noviembre pasado, después de 39 años de servicio, de ellos 27 en líneas energizadas. Imagínate, ahora estoy en el proceso de adaptación. Lo extraño todo. Todavía sigo levantándome a las 4 y 30 de la mañana. Es una vieja costumbre”.

Fueron 27 años trabajando en caliente, sin el más mínimo rasguño. ¿Suerte o preparación?

Es más preparación que suerte. En los trabajos en líneas energizadas no se puede improvisar. Antes de acometer esas peligrosas labores pasé un curso de adiestramiento en Villa Clara, muy serio, de mucho rigor en el que combinábamos teoría y práctica.

También fuiste instructor, ¿qué importancia le atribuyes a la capacitación?

Yo impartí tres cursos de formación en líneas energizadas y considero que la capacitación es vital, como lo es, también, disponer de medios de protección individual y colectiva, que nunca nos faltaron, ni tampoco la exigencia extrema por su uso, pues en tales condiciones los accidentes siempre son fatales: o mueres o quedas inválido. Ningún organismo humano puede   soportar el impacto.

Durante 12 años –hasta mi jubilación- fui jefe de brigada en esa área. Nunca tuvimos accidentes, resultado que lo atribuyo a la manera en que se preparan, organizan y protegen a los trabajadores en este sector. Porque los accidentes dependen mucho del hombre y ocurren, casi siempre, por violaciones, por negligencias que conducen al desenlace fatal, que en nuestra actividad puede poner en riesgo la vida de mucha gente.

Fuiste tras la devastación causada por ocho huracanes y la Tormenta del Siglo. ¿Cómo recuerdas la intervención humanitaria ante los daños causados?

Es algo muy triste. Uno sufre cuando llegas a una zona afectada y ve los tendidos en el suelo, los vecinos ingeniándoselas para cocinar, entre otras limitaciones y perjuicios, pero luego te llenas de orgullo ante las muestras de alegría de las personas al quedar restablecido el servicio. Las emociones son indescriptibles.

En tu larga trayectoria laboral y entre tantos riesgos, ¿cuál es el momento más triste?

El día en que perdí a dos compañeros. Todavía era liniero C, no había pasado a trabajar en caliente y no estaba en el lugar donde se desplomó una torre. Me enteré luego del hecho, pero fue algo conmovedor, desgarrador.

Y, ¿el más feliz?

Cuando conocí personalmente a Fidel. Era integrante de una brigada que en el año 1997 cumplía misión en Jamaica. El Comandante en Jefe asistió a las honras fúnebres de Michael Manley y solicitó un encuentro con los internacionalistas cubanos. Tengo gratos recuerdos de ese momento, pues yo había estado cerca de él, en tribunas representando a la Empresa, pero ese día pude conversar con él.

Me preguntó por la familia y de dónde era. Le respondí: de Las Tunas, y me dijo: “Entonces somos vecinos”. Luego nos retratamos con él. El pulóver que traía puesto lo tengo guardado todavía. Es como una reliquia.

¿Arrepentimientos?

Ninguno. Si muero y vuelvo a nacer retorno al sector eléctrico. A la Empresa la vi crecer, cambiar su infraestructura, atender con esmero a los trabajadores. Siempre me gustó hacer trabajos grandes y ahí tuve la posibilidad: electrificar barrios, montar emplazamientos de grupos electrógenos, restaurar daños de huracanes, dar mantenimientos sin afectar a los clientes; en fin, me siento orgulloso de haber podido dar luz a los sitios oscuros.

En su destacada trayectoria laboral ha sido decisiva la comprensión familiar…

“Claro que pensaba en el riesgo que corría Ariel y hasta me desvelaba; pero, en nuestra relación siempre ha primado el respeto a los intereses, al trabajo del otro”, confirma Griselda, su esposa y abunda: “Ya se jubiló, pero no descansa. Siempre está haciendo algo en la casa, ayudando a un vecino…”

De izquierda a derecha: Meylín, Griselda, Arian y Marbelis, parte de la familia que disfruta  tenerlo un poco más en el hogar. Foto del autor
De izquierda a derecha: Meylín, Griselda, Arian y Marbelis, parte de la familia que disfruta tenerlo un poco más en el hogar.
Foto del autor

Acerca del autor

Licenciado en Periodismo (Universidad de Oriente, 1986), máster en Ciencias de la Comunicación (Facultad de Comunicación Universidad de La Habana, 2010). Inició como colaborador (1999) y desde el 2008 es corresponsal de Las Tunas. Profesor adjunto de la Universidad de Las Tunas con categoría de asistente. Cumplió misión en la República de Haití (2000) y en la República Bolivariana de Venezuela (2018-2021). Es colaborar del Periódico 26 y de la emisora provincial Radio Victoria.

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