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Abel Berenguer, bailarín cubano. Foto: Del autor
Abel Berenguer, bailarín cubano. Foto: Del autor

Edmundo Abel Berenguer es de Holguín, tierra de buenos bailarines. Pero Abel nunca ejerció su oficio allí. Cursó la enseñanza media en Santiago de Cuba y enseguida comenzó a estudiar en el Instituto Superior de Arte. Su debut profesional tuvo lugar en La Habana. Primero bailó con la Compañía Rosario Cárdenas de Danza Combinatoria y después con DanzAbierta, elenco que todavía integra. La Asociación Hermanos Saíz le entregó el premio Ramiro Guerra de interpretación masculina en danza contemporánea.

¿Cuándo supiste que ibas a ser bailarín?

Estudié clavados hasta quinto grado de primaria. Para que siguiera desarrollando mis habilidades, entré en danza. Pensé que iba a ser temporal. Pero me fue gustando. Justo en el cambio de nivel, de la enseñanza elemental a la media, supe que quería ser bailarín.

¿Qué te caracteriza como bailarín?

Creo que mi sentido de la responsabilidad. Eso lo saben los que han trabajado conmigo. A veces incluso llego a abrumar…

¿Sientes miedo justo antes de que se abra el telón?

Yo nunca he sentido miedo en ese momento. El miedo puede llegar al final, por los aplausos.

Has incursionado en la coreografía. ¿Por qué te interesa?

Esa es una profesión a la que se llega. Y no basta la sensibilidad o los deseos. Hace falta madurez, recursos intelectuales. Hay que vivir, tener experiencias. Hay que leer. Siempre he respetado el arte de coreografiar. A estas alturas me siento un poco más confiado para aventurarme por ese camino.

¿Cómo es tu relación con los coreógrafos? ¿El bailarín es sencillamente un instrumento del coreógrafo?

Yo siempre trato de aprender de todos los coreógrafos. Pero no me resigno a ser un instrumento, un repetidor frío de secuencias. Cada artista reinterpreta las obras. Es un proceso de creación que no se detiene nunca.

¿Qué danza te seduce?

La que vaya más allá de lo meramente físico. Con el movimiento, obviamente, se puede hablar. Pero me seduce también ese tránsito del texto al movimiento. Me gusta la danza con factura, que proponga. Me interesa el resultado estético, pero más me interesa el laboratorio.

Se sabe: tu oficio suele ser corto, sobre todo en Cuba, donde la danza es tan física. ¿Cómo te ves dentro de veinte años?

Me gustaría verme bailando. Confío en que pueda adaptarme a mis condiciones físicas sin tener que hacer concesiones en la calidad de lo que bailo. Muchos artistas siguen bailando con 60 años.

¿Alguna vez has sentido que escogiste la profesión equivocada?

Sí, la verdad es que sí. Por suerte ha sido una sensación pasajera.

Me quedó una duda: ¿te tirarías todavía desde un trampolín, evocando tus años estudiando clavados?

Yo creo que no, no me atrevería. Mira que me he lanzado a riesgos profesionales, pero desde un trampolín, ahora, no lo creo.

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