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Recomendaciones para la 35 edición del Festival de Cine Latinoamericano

Camionero, de Sebastián Miló.
Camionero, de Sebastián Miló.

Poco antes de que Cuba entera vibre con el aluvión de imágenes que siempre acarrea un nuevo encuentro fílmico mediante el festival de cine de cada diciembre, Trabajadores quiere proponerles algunos títulos que aspiran a los premios corales.

Por largometrajes de ficción compite Tercera llamada, de México, en el cual su director Francisco Franco (Quemar las naves) se introduce en el conflictivo mundo del teatro: un grupo decide montar Calígula, de Albert Camus, y como ocurre sobre todo para los grandes espectáculos, se confrontan presupuestos, criterios artísticos diferentes, presiones contra la fecha de estreno, choques en los ensayos y cuanto entuerto pueda imaginarse… y no.

Justamente el título alude al timbre final que avisa el inmediato inicio de la representación, pero antes, durante casi 90 minutos, hemos asistido a decenas de problemas y colisiones que todo colectivo humano, diverso y complejo, proyecta al reunirse.

Franco, en un amarre de elementos expresivos y una capacidad de narrar mucho mayor que en su anterior obra, privilegia sobre todo el lado humano: lo que dejan en casa directora, asistentes, actores… o muchas veces, para mal, arrastran al teatro: egos en choque, frustraciones, envidias, celos, zancadillas, se nos muestran en esta pieza coral que más que teatro dentro del cine es la propia vida latiendo entre bambalinas, fuera y dentro del escenario y mostrándose paralelamente al decadente mundo romano que se intenta escenificar.

Una edición precisa que empalma adecuadamente esos casos y cosas del teatro, y muy competentes actuaciones (Moisés Arismendi, Irene Azuela, Ricardo Blume, Alfonso Dosal y hasta la mítica Silvia Pinal) hacen que esta muy disfrutable llamada lo sea también a las salas donde se exhibe.

En la categoría de cortos, aparece por el patio Camionero, de Sebastián Miló. Todo ocurre durante las escuelas en el campo: ESBEC (secundarias) e IPUEC (preuniversitarios) que surgieron en la década de los 70 y duraron hasta hace poco.

De cualquier modo, el escenario pudiera ser cualquier institución de “régimen interno”, conglomerado humano, insuficientes controles para evitar excesos… lo cual implica los rejuegos de poder(es).

Baste recordar títulos como La naranja mecánica (Kubrick) o La ciudad y los perros (Lombardi, partiendo de Vargas Llosa) para evocar solo algunas de las tantas veces en que el cine ha reflejado el asunto, pero el joven Miló se inserta en el canon con propiedad, justicia (y justeza); primeramente, por la manera en que lo ha contextualizado, mirando y revisando la (nuestra) historia con sentido crítico; en segundo lugar, por la salud narrativa que despliega, casi analépticamente (comienza cuando va a hacerlo el desenlace) con la voz in off del narrador- protagonista, en momentos en que lo requiere la dramaturgia, y no por último las actuaciones comenzando por Héctor Medina (Vinci), quien se ratifica como alguien que ya trascendió el paternalista estatus de la “joven promesa” para erigirse en un actor maduro y dúctil; Rainier Díaz y Antonio Alonso le siguen con paso seguro.

Tercera llamada, de Francisco Franco.
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