Romerías para todos, Romerías para rato

Romerías para todos, Romerías para rato

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Una multitud sube la Loma de la Cruz. Foto: Yuris Nórido
Una multitud sube la Loma de la Cruz. Foto: Yuris Nórido

Detrás del hacha va un gentío multicolor: jóvenes en short y camiseta, ancianas venerables, padres con hijos, parejas cariñosas… Subir el hacha —uno de los símbolos de Holguín— a la Loma de la Cruz es una tradición: así comienzan cada año las Romerías de Mayo, una festividad que no tiene muchas similares en el ámbito nacional.

La semana pasada concluyó la XX edición de la cita, que organizan la Asociación Hermanos Saíz (AHS), la Dirección Provincial de Cultura y un comité de fundadores, que creyó en la utopía de llenar de arte la ciudad, justo en los más duros años del período especial. Lo que comenzó como una idea de “locos” irreverentes, es hoy un empeño múltiple. Holguín rebulle, literalmente.

“Este es un sueño colectivo” —dice, con la poca voz que le va quedando después de días tan intensos, Alexis Triana, presidente del comité organizador, director de Cultura en la provincia y uno de los “padres” de la fiesta. “El padre principal, sin él no hubiera Romerías” —aclara una muchacha que no quiere identificarse.

Triana es mucho más modesto: “Yo en todo caso fui un precipitador. Aquí había un movimiento artístico singular, jóvenes creadores que necesitaban más espacios. Entonces unos cuantos nos reuníamos todas las tardes, a tratar de darle cuerpo a ese proyecto”.

No vamos a recontar la historia, el propio Triana la ha hecho en innumerables ocasiones. Con mucho esfuerzo, muchas ganas y enfrentando muchas incomprensiones y prejuicios, nacieron las Romerías. La fecha escogida fue la de una festividad católica fenecida. Pero no se trataba de rescatar esa celebración, los tiempos habían cambiado. La idea era recrearla. Y abrirla a disímiles sensibilidades. Una fiesta nueva, pero sin olvidar la historia, porque “no hay hoy sin ayer”, como dijo en uno de aquellos encuentros el arqueólogo José Manuel Guarch. Esa frase, citada por Triana, se convirtió de hecho en el lema de las Romerías.

Veinte ediciones se dice fácil, pero mucha gente ha sido testigo del gran crecimiento. Hoy el programa de actividades es francamente inabarcable (algunos, de hecho, se quejan: piensan que es demasiado, que se deberían jerarquizar mejor las propuestas), están presentes casi todas las manifestaciones artísticas, se reúnen jóvenes creadores de todo el país, la participación extranjera es cada vez es mayor…

“Estamos en un momento de reacomodo —considera Triana—, los jóvenes sienten suyo el espacio, se ha establecido un diálogo intergeneracional, la fiesta está más que legitimada. Ahora tenemos por delante el reto de mantenerlo todo. Yo no creo que el gran tamaño sea un problema. Se habla mucho de la desorganización del programa, pero al final la gente siempre quiere regresar. Holguín asume la fiesta. Al principio había que forzar la ciudad, provocarla. Ahora todo fluye”.

La pretensión, que para muchos sigue siendo titánica, es que la cita se convierta en un auténtico festival mundial de juventudes artísticas. La calidad de las presentaciones todavía es bastante desigual. “Hemos logrado que los participantes cubanos estén en la vanguardia de la creación. Aquí han venido (vienen) las mejores orquestas e intérpretes, las mejores agrupaciones de teatro y de danza, los mejores artistas de la plástica del país… No hacemos concesiones.

“Con las propuestas extranjeras la visión es otra. Quizás en algún momento podamos hacer algún tipo de selección previa que garantice un estándar óptimo, pero por ahora recibimos a todos los que quieran (y puedan) venir. No tenemos los medios para invitar a todos los que nos gustaría. Y además, es importante legitimar a la ciudad como un espacio, como un destino. Tenemos que romper el bloqueo cultural y lo estamos haciendo. Hay que garantizar también recursos para autofinanciarnos. De cualquier forma, la vocación de la cita siempre será orgánicamente muy cultural”.

He ahí un tema: el financiamiento. El país está cambiando, el factor económico está en el centro de todas las discusiones. Por si fuera poco, el mundo vive una crisis que hace mella en la cultura. Alexis Triana, no obstante, cree que hay que ver el fenómeno con una visión más amplia. “Algunos se fijan en cuánto cuestan las Romerías, pero no en lo que las Romerías dejan. ¿Cuánto ingresa la ciudad? En estos días los hoteles están llenos, la gastronomía vende mucho más. Claro que hay que pensar en nuevas formas de financiamiento, el turismo tiene mucho potencial en ese sentido”.

No obstante, sin dejar a un lado la cuestión meramente económica, el impacto social y cultural es muy grande. Se convierte, de hecho, en un impacto político. “Este encuentro es una necesidad esencial para los jóvenes —insiste Triana. Tiene que ser sostenido por política cultural. Tiene que ser subvencionado. Este es el gran debate ahora: ¿qué hay que subvencionar? Pues yo pienso que a la juventud creadora hay que protegerla, para que no pase lo que en otros países del continente. El otro debate también es relevante: ¿qué tenemos que impulsar para que las Romerías ingresen más? En eso estamos”.

Para Alexis Triana uno de los mayores logros de la cita es que cohabitan la festividad popular y las nuevas propuestas artísticas. “Conviven sin traumas. El camino es seguir trabajando en conjunto. Es necesario consolidar la institucionalidad cultural, implicar a todas las instancias. Pero para eso, reitero, hay que reconocer a una institución cultural gestora. Este no es el anhelo individual de dos o tres personas, es el de una ciudad. Yo, particularmente, aspiro a seguir participando en su organización, viva donde viva. Si de nosotros depende, habrá Romerías para rato”.

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