Fidel, cual padre amoroso, puso la diestra sobre la cabecita del niño e indagó por la dolencia que lo aquejaba. Su curiosidad se había saciado en los otros 10 infantes que ya ocupaban las camas del Centro de Rehabilitación del Cardiocentro Pediátrico William Soler, aquel 8 de octubre de 1988. Continuar leyendo

