El 22 de diciembre de 1961 era viernes. En la Plaza de la Revolución José Martí lloviznaba, pero miles de adolescentes, jóvenes, (algunos niños de 9 y 10 años) y maestros, celebraban el cierre de una Campaña de Alfabetización que convirtió a Cuba en el primer país de Latinoamérica con toda su población capaz de leer y escribir. Las palabras de Fidel definieron ese momento con la fuerza enérgica y creadora de esos años iniciales: ”…cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”.

Este 22 de diciembre del 2025 es lunes. Aquel pueblo alfabetizado hace 64 años comprende hoy, con justicia y amor, que los educadores son el corazón insustituible de una sociedad. De ellos nace todo. Son espejos en los que aprendemos de historia, crecemos en valores, forjamos nuestras pasiones hacia otras profesiones y cultivamos la interpretación de libertad sin temor.
Ser maestro, profesor, máster, doctor o simplemente creador es suficiente para sentirse feliz en una fecha como esta, que no solo recuerda la acción cultural, social y política más trascendente de cuántas ha podido hacer la Revolución cubana; sino también reconoce a quienes aún en condiciones extremadamente difíciles, siguen entrando a un aula para enseñar, educar y forjar una nación desde el conocimiento y la ética.
Por eso las tareas para ese sector nunca se acaban. Aquel viernes de 1961 Fidel terminó su discurso pidiendo incorporarse a cursos superiores de formación a los jóvenes de sexto, octavo y noveno grados, quienes respondieron alegres y comprometidos al nuevo llamado del líder.
Y este lunes del 2025 la urgencia sigue siendo la misma con honores de fidelidad y un contexto que exige completar claustros, aumentar la calidad de las clases y enamorar más al estudiantado a que sean el futuro de ellos dentro de unos años. El Día del Educador nunca será convención fría o jornada ligera. A esos espejos le agradecemos siempre lo que somos.

