Sancti Spíritus.— La pesca, una delas ocupaciones más antiguas de la humanidad, a lo largo de los siglos ha evolucionado de un acto de supervivencia a una actividad compleja y tecnificada. Los pescadores de las brigadas Sierra y Pantera, de la Empresas Pesquera Sancti Spíritus, Pescaspir, punteras de la acuicultura en el país en los dos últimos años, reivindican esa labor como un pilar para la alimentación y un impulso a la gestión empresarial estatal.

“Además del esfuerzo físico, a esta actividad hay que ponerle cabeza. Los peces son animales vivos y su instinto siempre será escapar. Nos corresponde encontrar las mejores estrategias para capturarlos”.
El criterio de Amaury González Sarduy, patrón de Pantera, cobra mayor fundamento en los meses finales del año, cuando los vientos invernales ponen esquivos a los peces en la presa Zaza, principal centro de operaciones de la acuicultura en la provincia.
“En esta etapa el trabajo es más fuerte. Es más difícil encontrar a los peces. Realizamos más tiros y cogemos menos. En la temporada de alza con un único lance de chinchorro aseguras una buena captura”.
Sus palabras representan un boceto simple de una labor engorrosa y de un gran compromiso. Con el plan del año en el bolsillo desde mediados de agosto, continúan las faenas y ya superan, en alrededor de 80, las 294 toneladas planificadas para el 2025.
Tales guarismos son similares para los pescadores de la brigada Sierra. No por casualidad, sino porque ambas tripulaciones comparten codo a codo las jornadas y las mañas, aciertos que inciden favorablemente en la productividad.
El trabajo conjunto les ha permito sortear imprevistos como las roturas en las embarcaciones, además de asegurar las capturas y un mejor aprovechamiento de las jornadas, atestigua Ramón Jiménez Camacho, patrón de esa brigada. “Trabajamos con orden y en equipo con Pantera. Realiza el tiro quien primero avista la mancha. Nos acoplamos, ayudamos y coincidimos en echar para adelante sin mirar la hora o las condiciones del tiempo”.
En la década de los ochenta, el entonces joven Ramón, comenzó a salir de pesca con su padrastro. El oficio lo “pescó” y ya suma 38 calendarios de continuas faenas. “Me gusta tanto pescar que siempre está en mi pensamiento la forma de mejorar lo que hago porque el pescador nunca se las sabe todas”.
De ahí que cuando escuchó del sistema de trampa, una innovación en el chinchorro implementada por los colegas Papito y Odemar, de la zona de Jatibonico, no dudó en introducirla en la Zaza.
Esas les han permitido realizar tiros en los recovecos más intrincados del mayor embalse de Cuba, en áreas enyerbadas y en otras de gran profundidad.
“La trampa es un sistema en el copo, semejante a una nasa, donde el pez entra y no puede salir. En las circunstancias actuales de la presa, con mucha maleza y palizadas —comenta Ramón—, aplicar esa técnica requiere salir con el buzo. Logramos incorporarlo a las faenas para no perder tiempo si se traba la red.
“Me apoyé mucho en Ramón por su experiencia y las habilidades que tiene en la fabricación de artes de pesca. Mi brigada utilizaba un chichorro normal. Él había transformado el suyo y decidimos cambiar el mío. Inicialmente me pareció una locura, pero los resultados ya están demostrando eficacia. Sentido de pertenencia y afición por la pesca son las cualidades que forjan al pescador. En eso Ramón y yo damos el ejemplo”, apuntó Amaury.

