(23 puntos, 5 votos)
Cargando...Hace sesenta y seis años, entre el 20 y el 30 de noviembre de 1958, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz dirigió personalmente una de las batallas más audaces y decisivas del Ejército Rebelde: la Batalla de Guisa.
Esta victoria, considerada un preludio estratégico del triunfo del primero de enero de 1959, quebrantó irreversiblemente la moral de las ordas de la tiranía de Fulgencio Batista y abrió las puertas de la Operación Santiago.
Una victoria contra toda probabilidad
La toma de la localidad de Guisa, a escasos 12 kilómetros del principal puesto de mando militar de Batista en Bayamo, era un objetivo crucial.
Fidel llegó a la zona el 19 de noviembre con aproximadamente 180 combatientes, muchos de ellos reclutas sin fusiles que planeaban armarse con las armas arrebatadas al enemigo.
Frente a ellos, las tropas de la tiranía contaban con miles de efectivos y otros apoyos.
«Mientras el enemigo tenía tanques, cañones, unidades motorizadas y aviación (…), nosotros no teníamos otros elementos de movimiento que nuestras piernas”, recordaría décadas después el propio Fidel.
A pesar de la desproporción de medios, la estrategia rebelde resultó imparable. Durante diez días de intensos combates, se rechazaron nueve contraataques enemigos y se ejecutaron 18 misiones combativas.
La batalla comenzó al atacar una caravana militar enemiga y se caracterizó por el uso inteligente de minas para inutilizar los blindados batistianos, incluido un tanque T-17 que fue capturado y posteriormente usado por los rebeldes.
El liderazgo directo de Fidel y la hazaña del capitán Coroneaux
El líder rebelde dirigió la operación desde un puesto de mando avanzado, y desde allí demostró sus dotes de estratega.
Uno de los momentos más cruciales recayó en el valiente capitán Braulio Coroneaux Betancourt, experto en el manejo de una ametralladora calibre 30. Desde la Loma del Martillo, el joven recibió la orden de Fidel de impedir el avance de los refuerzos enemigos con tanques Sherman. Su respuesta fue: “Descuide Comandante, por aquí no pasarán”.
Cumplió su palabra, pero cayó gloriosamente el día 27 de cuando un impacto directo de un tanque alcanzó su posición. Fue ascendido póstumamente a Comandante y la loma que defendió hoy lleva su nombre.
Para el 30 de noviembre, el ejército enemigo, completamente desmoralizado, se retiró.
Las fuerzas rebeldes capturaron un botín significativo consistente en 14 camiones, un tanque, 35 mil balas y cientos de mochilas, lo que permitió armar nuevas unidades.
Esa misma noche, Fidel y el grueso de los combatientes entraron victoriosos en Guisa.
Homenaje perpetuo en la tierra que liberó
El municipio de Guisa guarda un profundo y permanente tributo a su libertador. En la Loma de Braulio Coroneaux, donde se desarrollaron los combates más intensos, se erige un monumento nacional y un obelisco en honor a los caídos.
Cada 30 de noviembre, los guiseros se reúnen en este lugar histórico desde el amanecer para rememorar la liberación de su territorio.
En estos actos se depositan ofrendas florales y se renueva el compromiso con la Revolución.
Durante los años posteriores a los épicos sucesos, Fidel visitó en 13 ocasiones este territorio, lo cual demostraba un vínculo especial.
Durante la conmemoración del triunfo de la batalla. 30 años después, el Comandante en Jefe expresó una convicción que resonaba con la hazaña de 1958: “Y como en Guisa demostraremos muchas veces más que nada es imposible”.
