Voleibol femenino en Cuba: volver a la cúspide

Voleibol femenino en Cuba: volver a la cúspide

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El voleibol se encuentra entre los deportes más practicados del orbe, por su movili­dad y belleza, las cuales permiten a hom­bres y mujeres desarrollar sus potenciali­dades al máximo; además logra despertar en practicantes y espectadores un interés especial. Para Maura Alfonso Dreke, el deporte de la malla alta es pasión, vida.

Cuando falleció su madre, Maura ape­nas tenía 12 años, motivo que la hizo tras­ladarse desde Camagüey a la ciudad de Cárdenas en Matanzas, donde residía su hermana mayor. Recuerda que por aquel entonces, en la escuela primaria Marcelo Salado de la urbe que la acogió, se estaban haciendo captaciones para la práctica del voleibol en un área cercana al centro, ella no conocía nada de ese deporte, sin embar­go, como adolescente al fin se entusiasmó con la idea y se introdujo en el aprendizaje de la disciplina. Al año siguiente por su talento innato, fue captada para la Eide Luis Augusto Turcios Lima.

No había pasado mucho tiempo de su entrada al plantel, cuando la selecciona­ron para competir en los VII y posterior­mente en los VIII Juegos Nacionales Esco­lares, lo cual representó una oportunidad para su ulterior crecimiento como atleta. En la década de los setenta, por sus con­diciones físicas y habilidades en el juego fue matriculada en la Espa Nacional, que la hizo asistir a los Juegos Nacionales Ju­veniles de 1971 y 1972. Cuando finaliza la Olimpiada de Múnich, Alemania, en el propio 1972, la promueven para la prese­lección nacional.

Con este ascendente palmarés es lla­mada a conformar la selección de lo que sería después todo un suceso en el de­porte de la malla alta: el equipo de las Espectaculares Morenas del Caribe. La carismática voleibolista de voz pausada y mirada penetrante, recuerda como si fuera ahora su incursión en certámenes universales: “Conformé las selecciones nacionales en México 1974 y Unión So­viética 1978. En el debut casi no jugué, como atleta auxiliar cumplí la misión de apoyar al seleccionado donde militaban experimentadas figuras”.

La actuación en Leningrado 78 fue histórica, Cuba se proclamó campeona del mundo y por primera vez se derrotó al equipo de la Unión Soviética: “Fue un partido tenso de principio a fin, las rivales eran fuertes, se ganó en buena lid con dos saques que hizo Ana Ibis Díaz”.

Después de cada triunfo siempre que­dan anécdotas por contar: “Cuando nos enfrentamos a las soviéticas, estábamos muy nerviosas, se jugaban los últimos tan­tos, fueron muy rápidos que ni tan siquie­ra nos dimos cuenta que habíamos venci­do. Solo se escuchó una voz que retumbó las gradas de la instalación: ¡Ganaron, ganaron! Miramos para la pizarra y nos tiramos para la cancha a festejar la vic­toria”.

La jugadora que más admiró de su ge­neración fue Mercedes Pérez, una atleta que inspiraba trabajo, respeto y voluntad. Potente por su estatura, Maura, madre de dos hijos, no vacila en afirmar que Ana Ibis Díaz, fue la mejor amiga dentro del equipo. “Mi carrera deportiva se la debo a la familia y a mis primeros entrenado­res, sin ellos hubiera sido imposible obte­ner las condecoraciones: Ana Betancourt y Mártires de Barbados; unido al Botón de Oro que me entregaron al regresar de la Olimpiada de Moscú 1980”. Maura, subió a lo más alto del podio en Juegos Panameri­canos y Centroamericanos e impartió sus conocimientos en la República Bolivaria­na de Venezuela.

Sobre la selección nacional femeni­na asevera: “En la actualidad, no goza de buena salud, llegará el momento en que las nuevas generaciones vuelvan a reto­mar los triunfos de antaño, pero para eso hace falta mucho trabajo desde la base hasta la pirámide de alto rendimiento”.

Hoy en día, Maura disfruta sus 75 años junto a la familia en la histórica Ciu­dad de las Primicias, jubilada pero jamás retirada de su labor de preparar nuevos talentos en la disciplina, para de esa for­ma asegurar un promisorio futuro del vo­leibol femenino en Cuba.

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