La exposición Revelaciones, del joven creador Enrique Alfonso (La Habana, 20 de abril de 1989), presentada en el capitalino Museo Napoleónico, es una experiencia artística que invita a la reflexión íntima sobre la percepción de la realidad, a partir de resonancias iconográficas en torno a las inquietudes filosóficas y literarias del escritor, ensayista y traductor argentino Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986), particularmente en su exploración de lo infinito, lo laberíntico y el enigma de la identidad.

En los seis cuadros de grandes dimensiones (óleo sobre lienzo) y en los nueve dibujos de pequeños formatos (tinta sobre papel) que conforman la muestra, se percibe una clara influencia del también poeta rioplatense en la manera en que este joven y autodidacto artista explora la incertidumbre ontológica que caracteriza la existencia del hombre contemporáneo. Sus creaciones funcionan como espejos metafísicos, fragmentos que desdibujan la frontera entre lo real y lo ficticio. La repetición, el doble y los juegos de reflejos, presentes en varias obras, recuerdan los círculos infinitos borgianos que desafían al espectador a cuestionar la veracidad de sus propias vivencias personales.

Revelaciones aborda el concepto del tiempo, no como una línea recta, sino como una red compleja y mutable, que dialoga con diferentes textos de Borges, como con su célere cuento El Aleph, publicado en la revista Sur en 1945 y en el libro homónimo por la editorial Losada, de Buenos Aires, en 1949. Se trata de tesis pictóricas que devienen laberintos no solo espaciales, sino igualmente temporales y narrativos, que proponen una experiencia sensorial y cognitiva que va más allá de lo puramente visual.
A pesar de esta influencia literaria, reconocida por el propio artífice, Alfonso no se limita a repetir o cuestionar las ideas de Borges. Su trabajo amplía y reinterpreta conceptos del afamado escritor desde un lenguaje contemporáneo que enriquece la experiencia multi-sensorial del público. Esto permite que Revelaciones hable también de temas actuales, como la fragmentación de la identidad y la búsqueda de sentido en un mundo saturado de información.

“Descubrí varias conferencias y charlas de Borges sobre el infinito, el tiempo, el arte, las cuales hicieron que me lanzara a indagar sobre su vasto universo literario. Leer y releer sus cuentos de una manera casi obsesiva, todos ellos cargados de simbolismo, de misticismo ligado a una increíble erudición me obligó a buscar referencias e investigar. De tal manera me he sentido muy identificado con muchas de sus ideas de índole filosófico, su visión del arte y su imaginación para crear, para mi serán motivo de estudio e inspiración durante muchos años más. A medida que me adentro en este universo voy descubriendo nuevas historias que me fascinan y casi que me obligan a trabajar como si de un magnetismo o una fuerza desconocida se tratase”, ha dicho el artista.
Alfonso asegura —y así trasciende en la muestra— que no intenta ilustrar los relatos de Borges. “Eso sería —afirma— muy pretencioso. Más bien trato de llevar al plano físico las sensaciones que me generaron sus lecturas, reinterpretarlas y mezclarlas con mis propias ideas y experiencias”.
De tal modo, estos cuadros dialogan con la obra de Borges de manera inteligente y sutil, utilizando su legado literario como trampolín para expandir reflexiones modernas; en tanto Alfonso —también ilustrador, humorista gráfico y ceramista— se posiciona como un creador que no solo rinde homenaje a una de las mayores figuras literarias latinoamericanas, sino que además aporta una renovada perspectiva artística sobre su obra, a la vez que desafía y enriquece al espectador.

Uno de los cuentos del autor porteño más inspiradores para Enrique es El Aleph, en el que se despliega una experiencia literaria única: la visión de un punto en el sótano de la casa de su amigo, el poeta Carlos Argentino Daneri, donde convergen todos los puntos del universo, vistos simultáneamente desde diferentes ángulos y que constituye un concepto donde el infinito puede ser capturado en un solo instante.
Esa fascinante percepción ha servido como inspiración para el pintor. En sus obras, los elementos se superponen y se entrelazan como en un sueño vívido o en recuerdos fraccionados de vidas no vividas. Sus lienzos se convierten en “alephs” pictóricos donde se fusionan “ciudades imposibles, puertas, ventanas, tigres y caballos”, símbolos que parecen surgir de universos oníricos o de otras dimensiones paralelas.
Alfonso no solo recrea las imágenes que en su mente emergen después de leer y releer los relatos de Borges, sino que también explora una libertad creativa que se manifiesta en la mezcla de técnicas. El dibujo se combina con la pintura en un proceso experimental que busca nuevas texturas y formas, generando una atmósfera de innovación y comodidad artística. Esta libertad le ha permitido ampliar su universo pictórico con nuevos personajes emblemáticos: el minotauro, el gólem y la figura humana como protagonista, representada en estados casi meditativos, sumidos en el pensamiento.

En esta evocación también resuena una célebre frase de Borges en su obra El Inmortal: «No hay placer más grande que el pensamiento.» Las figuras humanas en las pinturas de Alfonso parecen encarnar el disfrute profundo del pensamiento, reflejando un viaje interior tan vasto y complejo como el mismo Aleph, y que en última instancia se presentan es escenarios plásticos para interpretar emblemáticas narrativas e invitar a los espectadores a sumergirse en un instante eterno, pintando los sueños infinitos que encierran el Aleph y otros cuentos borgianos.
Los personajes de estas pinturas y dibujos son portadores de historias y emociones que van más allá de la simple representación sobre el lienzo o el papel. En los retratos, la expresividad de los ojos destaca como poderoso elemento comunicacional: miradas que desbordan ternura, pero simultáneamente son inquietantes, desafían la perfección y la armonía de la proporción áurea que usualmente rige la composición estética clásica. La mirada en sus personajes es rebelde, se resiste a aceptar las circunstancias existenciales tal como es impuesta. Expresan un modo diferente de pensar y habitar el mundo en que vivimos, con sus múltiples limaduras, contradicciones y diversidad. Las expresividades que impactan en los cuadros de Enrique se convierten en ventanas a un universo donde lo fantástico y lo humano se entrelazan, desafiando con sutileza las convenciones y despertando emociones profundas en quien las contempla.
La obra artística de este creador, en dibujo y pintura, refleja con solidez su proceso de formación, evidenciando una madurez técnica y conceptual que se manifiesta en la riqueza simbólica, el uso expresivo del color y la ambigüedad formal de sus personajes. Su trabajo muestra influencias evidentes de corrientes como el barroco, con su complejidad compositiva y carga dramática, y el surrealismo, con sus escenarios oníricos y transformaciones artificiosas, lo que aporta una profundidad y densidad significativas a su obra. Esto indica un desarrollo equilibrado en la capacidad de crear lenguajes reflexivos que requieren del espectador una interpretación abierta y activa.
Asimismo, el manejo del color en su obra es un elemento esencial para transmitir atmósferas y emociones. Alfonso combina el simbolismo colorista del barroco, donde los tonos oscuros y contrastes fuertes intensifican la dramatización, con la libertad cromática del surrealismo que permite que los colores saturados o matizados generen estados de ánimo y tensiones internas en las composiciones. La selección y combinación de los pigmentos no son arbitrarias, sino estratégicas, que amplían la expresividad de sus personajes y la composición general, con formas que se desdibujan, se mezclan o se transforman, lo que contribuye a un efecto pictórico que desafía la lógica cotidiana y se acerca a la experiencia del barroco, donde la multiplicidad y la teatralidad son centrales. A la vez, su aproximación surrealista juega con la presencia simultánea de elementos humanos, naturales y arquitectónicos en una misma escena, creando una dinámica de espacios y figuras suspendidas en un ambiente meditativo.

La exposición Revelaciones en el Museo Napoleónico, con la curaduría de Taina Cisneros Rivero, museóloga de esta institución, es una experiencia artística profundamente inmersiva. Las pinturas de Enrique Alfonso pueden afirmarse como epifanías, porque invitan a contemplar la conexión entre lo mundano y lo espiritual, entre la percepción sensorial y las intuiciones del alma, generando un impacto significativo y vehemente que trasciende lo meramente contemplativo; en tanto capturan momentos de profunda y transformadora revelación. Sus obras no se limitan a representar el mundo de forma estática, más bien evocan una práctica intensa de descubrimiento interior, donde lo visible y lo invisible convergen. En cada cuadro, la luz, el color y las formas se conjugan para develar no solo una imagen, sino una verdad latente, una sensación de asombro que permite vislumbrar aspectos trascendentales de la existencia.
Lejos de concebir sus cuadros como una sucesión cronológica, el artista plantea una estructura dinámica donde pasado, presente y futuro se entrelazan y coexisten simultáneamente. Esta concepción muestra un diálogo indirecto con textos filosóficos y literarios que exploran las reflexiones sobre la multiplicidad temporal propias de autores contemporáneos y clásicos, como en este caso la obra literaria de Borges.
En esta, su cuarta muestra personal, el artista desafía la percepción convencional y abre el espacio a nuevas formas de entender la remembranza individual y colectiva, así como la imaginación del hombre contemporáneo en su afán por redefinir su realidad y el sentido del instante.


