La estrategia del bambú, la propuesta de Felipe Dulzaides en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), es mucho más que una exposición: constituye, al decir de su curador (y director de la institución) Jorge Fernández, un decidido ensayo visual.
La muestra se aleja deliberadamente del exhibicionismo formal para adentrarse en una zona de resonancias poéticas, en la que lo visual funciona como detonante de una experiencia más compleja, casi literaria. El autor no construye imágenes para ser admiradas pasivamente, sino que arma un discurso que se repliega sobre sí mismo, que provoca al espectador con sugerencias, desplazamientos y ambigüedades.

El corazón de este conjunto es el eterno diálogo entre estética y concepto. Dulzaides toma objetos aparentemente neutros o cotidianos y, al resignificarlos o recolocarlos en nuevos contextos, los transforma en signos. Arte conceptual, sí, pero con una vocación poética que evita el panfleto o la literalidad.
Esta táctica de extrañamiento le permite abordar asuntos de su contexto —social, político, cultural— sin nombrarlos directamente. Los envuelve en una densa capa metafórica, que no los trivializa: los sitúa en otro plano de percepción. Esa operación simbólica ofrece al público múltiples niveles de lectura, según su sensibilidad, su experiencia y su disposición a dejarse afectar por lo que ve.
La estrategia del bambú no busca agradar visualmente. Su poder está en esa capacidad de revelar lo que normalmente pasa inadvertido, de iluminar conexiones inesperadas en la materia más doméstica o rutinaria. El bambú del título no solo remite a la flexibilidad y la resistencia, sino también a una forma de pensamiento que se pliega, se adapta, se dobla sin quebrarse. La muestra estará abierta hasta septiembre.
Una galería de titanes
Los que aún dudan de las credenciales estéticas de la caricatura deberían visitar Salón de la fama(1), exposición que acoge la galería del Centro de Información Antonio Rodríguez Morey del MNBA. Allí se despliega una admirable conjunción de ingenio, humor, capacidad de síntesis, sensibilidad y dominio del dibujo. Con obras de Francisco Sierra, Jesús González de Armas, Ramón Arroyo y Juan David, la muestra rinde homenaje a grandes referentes de la cultura cubana del siglo XX.

Figuras como Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Jorge Mañach, José Lezama Lima, Amelia Peláez o Wifredo Lam integran una singular galería del espíritu nacional, en la que la distorsión deliberada convive con la fidelidad simbólica y el conocimiento profundo del personaje retratado. No se trata de simples ejercicios humorísticos, sino de interpretaciones visuales que iluminan, con recursos mínimos y gran elocuencia, la esencia de los retratados y su lugar en la historia de la cultura cubana. La muestra, de hecho, pudiera ser asumida como una guía visual de la vanguardia artística e intelectual de varias décadas.
Curada por Yahíma Rodríguez, Salón de la fama (1) ofrece testimonio del trabajo conceptual y los altos estándares plásticos de estos notables caricaturistas verdaderos cronistas del espíritu de una época

