La violación del pesaje está presente a diario, razón por la que la metrología debe ser una asignatura donde se hable de la necesidad de revitalizar las básculas y otros instrumentos, por el bien del consumidor, tanto en la red minorista como mayorista, en el sector estatal y el no estatal.

En la Isla de la Juventud el tema tiene sus punzadas, porque, aunque predominan las digitales en las unidades del comercio y la gastronomía, todavía las conocidas pesas Yaras siguen dando látigos en cuestiones de gramos de menos, cuya suma puede convertirse en kilogramos, cada uno de los cuales equivale a 2,1739 libras, cifra nada despreciable.
A la vista violaciones van y vienen al usarse las Yaras: pesajes con los ponderales rotos y adulterados; con el plato roto o remendado con remaches; estéril mantenimiento, que incluye la calibración, pintura y limpieza.
No se le presta importancia a la verificación de los equipos; manipulación incorrecta, entre otras, subraya Jeanys Betancourt Vera, directora de la Oficina Territorial de Normalización en el Municipio Especial.
Ante tales males, se impone preguntarse si las administraciones estatales y de los nuevos actores de la economía, no podrán planificar en los proyectos de presupuesto de gasto anuales, cifras numéricas en las partidas o epígrafes, correspondientes a inversión, mantenimiento, reparación y compra de pesas digitales.
Dejarían a un lado problemas que desacreditan establecimientos reconocidos por su calidad y echan por tierra un principio básico del comercio: que el consumidor no se sienta engañado ni molesto.
Máxime si de acuerdo con la Resolución no 54 del Mincin, “el consumidor tiene derecho a (…) que se le ofrezca un trato amable y equitativo en cuanto a calidad, cantidad, precio, peso, volumen de los productos y servicios de cualquier naturaleza(…)”.
Los comerciantes deberían pensar más en el bolsillo de los trabajadores; no pretendo discriminar ahora a las Yaras, marcadas por la obsolescencia tecnológica, sino reflexionar en lo útil de emplear equipamientos seguros como establece el Sistema Internacional de Unidades, aunque todavía algunos reticentes al cambio, utilizan la libra, en lugar del kilogramo como unidad de medida.
Mientras otros, detrás de las pesas, actúan de forma pilla y entretienen a los clientes o no les permiten ver, porque el brazo de la balanza está inclinado hacia dentro del local, cuando lo correcto es observarse la escala de la báscula.
Para regocijo nuestro ya se está “pesando” la calidad como muestra de respeto, en cuestiones de derechos y deberes, al instalarse más pesas digitales en las unidades de comercio y gastronomía, calibradas y certificadas por los especialistas de Metrología.
Pero pudiera verse otro panorama, al decir de Alquímides Machandy Goire, trabajador cuenta propista, en el oficio de mecánico reparador de básculas y balanzas, único de su tipo en la Isla de la Juventud, si prestaran interés al asunto.
Hay entidades preocupadas y ocupadas, refiere: Comercio y Gastronomía; Pesca; Materia Prima; están en proceso de contratación la Agroindustrial y Salud Pública. Y alerta que deberían sumarse estatales y nuevos actores de la economía porque las heridas de una pesa en mal estado, descalibrada o rota, son “llagas” inmediatas.


Siempre es bueno que se hable de la importancia de la Metrología como garante de la transparencia y la corrección de los resultados de las mediciones. Pero, en mi calidad de profesora de esta asignatura, quisiera compartir algunos comentarios.
Lo primero que se debe exigir es que los instrumentos de medición hayan sido sometidos al control metrológico legal y hayan resultado aptos para el uso. Eso significa que sus errores de medición se consideran permitidos para el uso que se les está dando. Porque no existen instrumentos con error cero. Y en el caso del comercio, puede ser válido un error de hasta el 5 % de la pesada, a favor o en contra del comprador. Eso no suena muy bien a los oídos de muchos, pero así es. Y de eso no se salvan, ni la Yara ni las digitales.
Y con respecto a las unidades de medida. El Decreto-ley No. 8/2020 de Normalización, Metrología, Calidad y Acreditación establece como unidades legales en Cuba las del Sistema Internacional de Unidades, entre las cuales se encuentra el kilogramo, para medir la masa. Pero ocurre que las resoluciones de Finanzas y Precios y el Ministerio de Comercio Interior utilizan la libra española, de 460 gramos, como unidad de medida para el establecimiento de los precios de los productos. Ahí está la primera gran distorsión, que propicia otras, como las conversiones con tantos dígitos después de marcador digital, como se menciona en el artículo. Eso, sin contar que las únicas balanzas que estaban graduadas en libras españolas son las del tiempo de la colonia, que hoy sólo se ven en los museos. Las balanzas mecánicas graduadas en libras, fundamentalmente de fabricación americana, usan libras de 453 gramos.
Entonces, es evidente que hay que pasar a pesarlo todo en kilogramos en el comercio interior, con las Yara o con las digitales, que, entre nos, también se pueden manipular, y para colmo, cuando no hay fluido eléctrico, no funcionan. Porque lo principal aquí siguen siendo la competencia y la honestidad de la persona que hace la medición.
Si cada uno de los involucrados, el vendedor, los consumidores, las autoridades y el servicio nacional de Metrología, hiciera su parte, se lograría que cada uno reciba el peso que le toca por sus pesos.