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Retos vencidos, caminos abiertos: el sindicalismo hacia 2026

El año 2025 marcó un punto decisivo para el movimiento sindical cubano no solo por su devenir durante esos 12 meses, sino por el efecto acumulado de presiones que impactaron en los trabajadores y sus familias.

 

 

En medio de un escenario económico complejo, signado por tensiones productivas, limitaciones materiales y transformaciones estructurales en el empleo, la clase trabajadora tuvo que hacer gala de su capacidad de resistencia, organización y liderazgo social.

No fue un año fácil, pero sí un tiempo de aprendizajes y reafirmaciones colectivas. El aplazamiento del 22 Congreso de la CTC para 2026, plantillas de cuadros incompletas y la no incorporación a la organización sindical de empleados en sectores no estatales.

Aún así, desde las fábricas hasta los hospitales, desde los campos agrícolas hasta las aulas, los sindicatos acompañaron cada proceso de ajuste, buscando preservar derechos, sostener la producción y fortalecer el compromiso ético al trabajo.

La defensa del salario real y el mantenimiento de servicios esenciales se convirtieron en banderas sostenidas con esfuerzo diario, a menudo bajo condiciones adversas para representar a toda la masa laboral.

El 2025 también dejó una lección clara: el sindicalismo cubano sigue siendo un actor imprescindible en la gobernanza económica del país y es principal factor en la lucha de clases en un mundo donde la contradicción fundamental continúa siendo capital-trabajo.

Ante la expansión del trabajo por cuenta propia, la incorporación de nuevas tecnologías y la diversificación de formas productivas, el movimiento obrero supo reinventarse en un escenario adverso por la guerra económica.

También ha tenido que enfrentar otra guerra, ya aludida por José Martí, la que se le hace a pensamiento, terreno donde aún queda mucho que enfrentar porque nunca los ideólogos burgueses han aceptado que los trabajadores se organicen y se unan.

La CTC y los sindicatos no se limitaron a reclamar; también propusieron, gestionaron y movilizaron voluntades en defensa de la justicia laboral y el desarrollo nacional entorpecido por distorsiones y un ritmo demasiado lento en la economía.

De cara a 2026, el reto mayor está en profundizar la participación de los jóvenes, ampliar la representación femenina y darles espacios en las estructuras de dirección, así como actualizar los mecanismos de negociación colectiva.

Igual de importante para representar a los trabajadores estatales y no estatales será mantener una comunicación transparente, duradera y sistemática con las bases, que siguen siendo la fuente principal de legitimidad y fortaleza del movimiento.

Más allá de las estadísticas, el espíritu del sindicalismo cubano reside en su vocación de servicio y en la confianza de que el país se construye con la fuerza de quienes trabajan.

El nuevo año abre otra etapa de desafíos, pero también de esperanzas. Si algo deja claro el 2025 es que el trabajador cubano no se detiene ante los obstáculos, sino que los transforma en motivos para seguir adelante.

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