Los que le pedían a la telenovela cubana que fuera, primero que todo, una telenovela —según la más clásica convención—, deben estar bastante satisfechos con Regreso al corazón (Cubavisión, lunes, miércoles y viernes, después del Estelar). Los últimos capítulos han sido trepidantes. Peripecias para resolver entuertos. Y una tensión dramática que se regodea en ciertas fórmulas del folletín de toda la vida.
Esa fidelidad a un género a veces tan denostado (y al mismo tiempo tan vigente) es una declaración de principios: en este relato se ha apostado sin complejos por emociones intensas, por el vaivén constante entre la felicidad y la crisis. Confluyen héroes y villanos, con matices y posibilidades de regeneración.
Está claro: hay un público (un gran público) que clama por todo eso. En Regreso… se propone una actualización en ritmo y contenidos: acción sostenida durante sus 78 entregas y la inclusión de temas acuciantes del debate social, como el reconocimiento de las familias no tradicionales, el desmontaje del machismo patriarcal, el ciberacoso, el bullying y sus consecuencias, el alzhéimer o la plenitud de derechos de las personas homosexuales… Aunque, por momentos, el tratamiento de algunos de esos asuntos pareció buscar el asombro inmediato del espectador, con el riesgo de rozar la frivolidad.
Pudo parecer también excesivo el despliegue de conflictos, sobre todo porque buena parte de las tramas secundarias hicieron palidecer la línea argumental de los protagonistas… más bien de la que nos fue presentada como la protagonista. Y eso lastró en alguna medida su desempeño.
No obstante, la dirección de actores ha sabido equilibrar el trabajo de intérpretes de diversas procedencias, formaciones e incluso profesiones dentro del arte. Casi todos se enfrentaron a un texto cargado de momentos emotivos e intensos, y lo hicieron con la solvencia necesaria.
Es cierto que algunos debutantes revelan dificultades —especialmente en la voz y la dicción—, pero son detalles corregibles que esta primera experiencia sin duda ayudará a limar.
Entre los principales valores formales de Regreso… destacan la fotografía y la iluminación. Lejos de la solución acomodaticia que suele empobrecer producciones nacionales, aquí la luz crea (o intenta crear) atmósferas, moldea tonos emocionales y sostiene el dramatismo de las escenas.
En contraste, el maquillaje —con un concepto que remite a estándares de producciones mexicanas o venezolanas— resultó en ocasiones demasiado enfático, especialmente en secuencias diurnas con personajes femeninos. Destacable también la banda sonora. La música no es adorno: deviene plataforma para acompañar o incluso calzar intenciones dramáticas.
Hacer televisión en las condiciones actuales tiene mucho de hazaña. El empeño por el dramatizado nacional implica entender que, además del imprescindible entretenimiento, en una telenovela podríamos ver la recreación noble de lo que somos y de lo que queremos (o necesitamos ser). Ese ritual de coincidir a la misma hora frente a la pantalla —incluso en un país de crecientes consumos fragmentados— sigue uniendo a la ciudadanía en una experiencia común.
Producir dramatizados en Cuba, tratar cada año de ocupar con propuestas de estreno el habitual espacio después del Noticiero, es también un acto de resistencia cultural. Es defender la continuidad de una tradición que ha acompañado a generaciones.
Persisten prejuicios con el género, desde cierta posición de superioridad intelectual. Convendría cuestionar, más que las fórmulas, concreciones específicas de ese formato. La telenovela es hija del folletín del siglo XIX, aquel reino del melodrama y la tragicomedia por entregas. Conserva sus recursos expresivos porque en ellos está su esencia: la exageración noble, la emoción inmediata, los giros sorpresivos. Intentar modificar sus fundamentos la despoja de su sentido y de su atractivo más genuino.
Regreso al corazón asumió esa raíz sin traumas. En esa defensa decisiva del formato se reivindica un producto al que todavía le debemos reconocimiento como espacio simbólico. La cuestión es evitar anquilosamientos y banalidades. Y este ha sido un buen intento.