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Abnegados

En las terapias intensivas el personal de salud se esfuerza por mantener con vida a estos pacientes hasta que llega el marcapasos. En la foto la doctora Lilian Gretel Cisneros Sánchez, jefa del Servicio de Cardiología del Hospital Nacional Enrique Cabrera. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Siempre andan vestidos con batas blancas, su bondad y esa fe ciega en que todo pa­ciente puede tener una cura si se previene a tiempo la en­fermedad, si se cumplen los protocolos sanitarios, si se asume la salud humana como derecho y no mercancía.

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Son admirables desde el diag­nóstico certero, el sacrificio de las guardias nocturnas, la inteligencia en la operación más compleja o la dedicación a superarse para que nada los sorprenda en el consultorio, policlínico u hospital. Han sido definidos de muchas maneras, pero una palabra puede resu­mirlos dentro de nuestra socie­dad: símbolos.

Los médicos cubanos y todos los trabajadores del sector de la salud están entre los peloto­nes más abnegados de la patria. Desafían el contagio, vencen los dolores y ofrecen esperanzas y vidas a quienes nunca ten­drán cómo agradecerles. Así ha ocurrido no solo entre noso­tros, sino en muchos países de América, África, Asia y Europa, adonde han llegado sin reflec­tores de prensa y regresan car­gados de vivencias, nombres multiplicados y miles de vidas salvadas.

El país vive hoy una situación epidemiológica complicada y la escasez de medicamentos e in­sumos entorpece, retrasa y hasta molesta para dar un servicio gra­tuito y de excelencia, como siem­pre tuvimos desde 1959, cuando la Revolución lo acercó hasta el lugar más intrincado, incluso con la po­sibilidad de estudiar Medicina.

Sin embargo, el valor más grande de nuestros galenos, como el de Carlos Juan Finlay, descubridor del agente trans­misor de la fiebre amarilla, nacido el 3 de diciembre de 1833, es iluminar con su aten­ción y conocimientos la vida de una sociedad que seguirá respirando por su entrega sin límites.

El Día del Trabajador de la Sa­lud y de la Medicina Latinoame­ricana se emparentan con ese latido más fuerte del corazón una vez que se le ayuda con un marcapasos.

Siempre andan vestidos con batas blancas. Y siempre habrá una reverencia para ellos.

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