Hace algún tiempo un otorrinolaringólogo me sorprendió con un consejo: el oído solo se limpia con el codo. Me pareció imposible y efectivamente no se puede hacer. Es una forma de subrayar que la limpieza del oído es solo un asunto de especialistas.
El hecho de que algunas personas se introduzcan ganchos, palillos u otros objetos para limpiarse los oídos es muy peligroso ya que puede causar serios daños. Hay que mantener una vigilancia estrecha sobre los niños para que no utilicen lápices para rascarse el oído si les pica.
Las glándulas ceruminosas que están dentro del oído expulsan al exterior el producto de ellas llamado cerumen o cera. Esto ocurre de forma automática, por lo cual al individuo inexperto solo le corresponde limpiar el pabellón auricular.
Si hay una acumulación excesiva de cerumen que afecte la audición sí se recomienda acudir al especialista, quien se ocupará del lavado interno.
Hay puestos de trabajo más expuestos a traumatismos en el oído, como los estibadores u otros obreros que cargan al hombro maderas cajas u otros materiales, los cuales deben protegerse para que no se les afecte el pabellón auricular.
En determinadas industrias la exposición a ruidos fuertes o de alta intensidad también puede provocar un trauma acústico por eso entre los medios de protección se incluyen auriculares. En otros casos escuchar música con auriculares puestos en un volumen muy alto también suele ser dañino.
En entornos ruidosos es recomendable el uso de protectores auditivos como tapones.
Deben tener mucho cuidado los trabajadores de las canteras y en las prácticas militares, donde se producen explosiones, ya que ello puede afectar la membrana timpánica.
Los golpes en la cabeza son otros factores de riesgo. La importancia del casco en los motociclistas radica en que reduce considerablemente la posibilidad de este tipo de traumatismos, aunque estos suelen en ocasiones ser consecuencia de accidentes o peleas.
Los traumas auditivos son de dos tipos: agudos y crónico. En este último caso están quienes han tenido una exposición continua a ruidos fuertes por un periodo prolongado.
Las consecuencias van desde la pérdida de la adición de manera temporal o permanente, zumbidos constantes o intermitentes o dolor en uno u ambos oídos. La cercanía del oído al cerebro es capaz de provocar una parálisis facial ya que el nervio facial atraviesa el oído interno y medio; en otros casos el riesgo es de contraer meningitis por la proximidad con las meninges, y si el traumatismo destruye la membrana timpánica se declara una hipoacusia.
La forma de prevenir que estas alteraciones ocurran es evitar manipulaciones, las agresiones y los accidentes. Cuando exista alguna molestia, la persona no debe tratar de resolverla por su cuenta echándose líquidos o medicamentos que le recomiende un amigo, sino acudir al especialista que es el único facultado para indicar el fármaco apropiado o realizar el lavado del oído si es necesario.