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Trump y la CIA: intervención vs. soberanía

¿Es legítimo que la Agen­cia Central de Inteligencia (CIA) comande operaciones fuera de su territorio? Esa pregunta que para muchos tiene una respuesta pron­ta y negativa ha sido uno de los temas centrales del debate sobre política ex­terior de EE. UU. durante décadas y ha marcado his­tóricamente la relación de Washington con varias re­giones del mundo.

El interés real de EE. UU. en Venezuela está en esos más de 50 mil km² de la Faja Petrolífera del Orinoco que alberga la concentración del crudo más grande del mundo. Gráfico: AFP

El reciente anuncio de Donald Trump de que la CIA podría llevar a cabo operaciones letales en Vene­zuela y en el Caribe con el fin de derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro, avivó la polémica, sobre todo luego del encuentro del mandata­rio estadounidense con 800 de sus altos oficiales milita­res en la base del Cuerpo de Marines en Quántico, Virgi­nia, a quienes llamó para ad­vertirles que se les avecinan tiempos en los que será pre­ciso luchar, incluso, contra el enemigo interno.

Históricamente la CIA ha sido parte de la estrate­gia de seguridad nacional de Estados Unidos, con un historial de acciones en­cubiertas que alimenta los cuestionamientos existen­tes acerca de la legitimi­dad, legalidad y responsa­bilidad de tal proceder.

El mundo guarda triste memoria de una larga este­la de ejemplos funestos. En 1954, por ejemplo, Guatema­la vivió un golpe de Estado auspiciado por la agencia. Un año antes, sus agentes actuaron en Irán para de­rrocar a Mohammed Mo­saddegh y colocar en el po­der al sha Mohamed Reza Pahlevi, quien finalmente fue derrotado por la Revolu­ción Islámica en 1979. Desde entonces la región del Medio Oriente no ha tenido paz.

En Cuba sobran los ejemplos de acciones des­tinadas a destruir la Revo­lución desde sus primeros años. Lo han intentado todo, desde las directas, como la fracasada invasión por la Bahía de Cochinos, hasta el bioterrorismo y el intento de asesinato a los principales líderes, fundamentalmente, al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Los años 70 y 80 de la CIA en América Latina fue­ron de mucha actividad y cooperación con regímenes militares, que exhibieron lo poco que valen los derechos humanos de un contrario político. La Operación Cón­dor, coordinada con los ser­vicios de seguridad del área, marcó la memoria colectiva de la región y las luchas por la verdad y la justicia.

Los nicaragüenses tam­bién recuerdan con horror el apoyo de la CIA a los “con­tras” que saldaban su frus­tración contra la población civil rural que percibía el triunfo del sandinismo como la esperanza de una vida mejor.

 

Venezuela en la mira

Las sanciones y tensiones políticas internas en la Ve­nezuela del siglo XXI han puesto el proyecto bolivaria­no al límite. En ese contex­to, propiciado por poderes fácticos estadounidenses, es que la CIA recibe un nuevo espaldarazo de Trump, des­oyendo el riesgo adicional que ello representa para una población civil que ya sufre carencias y dificultades eco­nómicas.

El Gobierno de EE. UU. sostiene que las herramien­tas de inteligencia y opera­ciones especiales son nece­sarias para salvaguardar seguridad y aliados. Sin em­bargo, analistas señalan que las intervenciones encubier­tas generan efectos secun­darios no deseados, desde la erosión de la confianza pú­blica hasta la ampliación de conflictos regionales.

El rol oficial de la CIA, según el Gobierno estadou­nidense es liderar y coor­dinar operaciones de inte­ligencia. En su declaración institucional, la agencia describe su trabajo como la recopilación de informa­ción, el análisis estratégico y, cuando es aprobado por las autoridades competen­tes, la ejecución de opera­ciones que buscan prevenir ataques, desmantelar redes terroristas y apoyar a alia­dos en circunstancias de alto riesgo. El marco legal para estas acciones suele basarse en autorizaciones del poder ejecutivo, su­pervisión del Congreso, y marcos internacionales que rigen la soberanía y los de­rechos humanos.

Esta es la explicación de por qué montar la historia del narcoterrorismo, el nar­coestado y el Cartel de los Soles: necesitan lavar la cara al imperio y justificar actos que ya estaban planeados y en desarrollo desde hace tiempo, y que no es posible seguir ocultando.

Una parte de la comuni­dad internacional, cándida, cómplice o hipócrita, pide responsabilidad y respeto a la legalidad internacional; mien­tras en las calles de Caracas y otras ciudades venezolanas, la gente resiste con la esperanza de que los recién canonizados la Madre Carmen Rendiles y el médico José Gregorio Her­nández, apacigüen la ambi­ción yanqui por la Faja Petro­lífera del Orinoco.

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