“No es un sueño, es verdad: grito de guerra/lanza el cubano pueblo, enfurecido…” Así comenzó un soneto lleno de fervor patriótico escrito por un adolescente de 16 años, José Martí, que circuló en el periódico manuscrito Siboney, entre los estudiantes de segunda enseñanza de La Habana. Y finalizaba con estos combativos versos ”Rompe Cuba el dogal que la oprimía/Y altiva y libre yergue su cabeza”.

El ingenio Demajagua, propiedad de Céspedes, fue el escenario del trascendental acontecimiento. Se dice que allí se congregaron cerca de 500 hombres, Céspedes hizo sonar la campana, pero esa vez no era para convocar al trabajo sino para proclamar el inicio de la lucha por la independencia; sus esclavos no lo serían más y junto a los presentes se determinaron a abrazar hermanados la causa de la libertad.
Demajagua se convirtió así en el punto de partida de una insurrección anticolonial que tendría como líder a Céspedes y que demostraría en su transcurso la voluntad de los patriotas de persistir en su empeño emancipador sin dejarse vencer por la adversidad ni las dificultades.
La primera prueba de fuego fue el intento de apoderarse del poblado de Yara y seguir incrementando las fuerzas insurrectas. Recibidos con un fuego nutrido, Céspedes quedó con un puñado de combatientes. Cuando alguien dijo: “Todo está perdido”, el impetuoso manzanillero no permitió que cundiera el desaliento y dio la primera lección de perseverancia en aquella guerra desigual entre los cubanos y uno de los ejércitos más poderosos y mejor armado de la época: “Aún quedan 12 hombres, dijo, bastan para hacer la independencia”
Los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente: después de este revés inicial, los mambises tomaron el pequeño caserío de Barrancas, los poblados de El Horno, El Dátil, Cauto Embarcadero, Cauto el Paso y otros. Después de un sitio de dos días se rindió la guarnición española de Bayamo, y la ciudad se convirtió en el centro político, administrativo y militar de los revolucionarios. Era el 20 de octubre.
Y en esa fecha se produjo otro hecho que quedó grabado de manera indeleble en la historia patria: en la montura de su corcel, Perucho Figueredo escribió la letra de La Bayamesa, convertida en el Himno Nacional cubano. En Bayamo se fundó también el primer periódico combatiente El Cubano Libre, divulgador de los ideales patrióticos.
La Junta Revolucionaria de Bayamo reconoció a Céspedes como jefe del movimiento. El líder inicial de la insurrección, Francisco Vicente Aguilera se había subordinado el hombre de Demajagua, lo que contribuyó a la unidad.
Un ejemplo de que los cambios que representaba la lucha emprendida, fue que en el cabildo bayamés electo entraron cubanos blancos, españoles, porque la guerra no era contra el español sino contra el colonialismo, y dos negros, los primeros que integraron un gobierno municipal en la isla.
Entonces ocurrió también otro fenómeno que caracterizaría a la epopeya independentista cubana: la incorporación a las filas de la revolución de un número considerable de extranjeros, como los dominicanos Luis Marcano, Modesto Díaz y Máximo Gómez, los chinos que como reza su monumento erigido en La Habana “nunca hubo uno desertor, ni uno traidor”, otros latinoamericanos, norteamericanos, canadienses, italianos franceses… todos dispuestos a brindar su brazo combatiente y hasta entregar su vida por la independencia de Cuba.
Las autoridades coloniales lanzaron sus tropas contra los insurgentes, pero para sorpresa de los peninsulares, estos empezaron a infringirles derrotas, como una que marcó un hito en las guerras de independencia: la primera carga al machete encabezada por Máximo Gómez en Tienda del Pino del 4 de noviembre de 1868, que convirtió desde entonces el machete de trabajo en una temible arma de combate.
Otro suceso les demostró a los colonialistas que los patriotas estaban dispuestos a los mayores sacrificios antes que renunciar a la batalla por la libertad, que fue la quema de la ciudad de Bayamo antes de que cayera en manos enemigas.

Faltaría agregar de estos primeros momentos de la revolución otro evento de gran significación: la Asamblea de Guáimaro, que convocó a los representantes de las tres regiones en armas: Oriente, Camagüey y Las Villas, donde el movimiento se dotó de una Constitución que dio paso a una república autóctona, independiente y democrática, que eligió a Céspedes como su presidente. Fue, sin dudas un paso decisivo de avance en la formación nacional.
Diez cruentos años, pletóricos de proezas militares duró aquella primera batalla por nuestra libertad, que no concluyó en victoria por la falta de unidad revolucionaria, el caudillismo, el regionalismo que imposibilitaba convertir la guerra regional en nacional, la escasez de recursos de guerra y poco apoyo por parte de la emigración. Estos y otros factores fueron resumidos así por Martí: “Nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino la dejamos caer nosotros mismos”.
España impuso la Paz del Zanjón, pero la guerra culminó con un acto de rebeldía protagonizado por el General Antonio Maceo: en entrevista con el “pacificador” peninsular: el Jefe del Ejército Español en Operaciones en Cuba, Arsenio Martínez Campos. En Mangos de Baraguá, en la mañana del 15 de marzo de 1878, el Titán de Bronce declaró su viril protesta por una paz sin independencia y sin abolición de la esclavitud aspiraciones enarboladas por los patriotas durante toda una década.
Ese mismo día por la noche fue aprobada la continuación de la lucha y se redactó una nueva Constitución de la República en Armas y un gobierno provisional, pero las condiciones no eran favorables para seguir combatiendo. Maceo fue enviado al exterior para procurar recursos humanos y materiales, mas sus esfuerzos resultaron infructuosos.
Finalmente se suspendieron las hostilidades el 29 de mayo de 1878 pero el Titán había dejado bien en alto los ideales de la Revolución, que era el primer intento independentista pero no sería el último. Martí calificó a la Revolución de 1868 como la Sagrada Madre Nuestra. El fin de la guerra fue para muchos patriotas una tregua para reunir fuerzas y lanzarse nuevamente a la manigua redentora.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo en 1974 y Master en Ciencias Políticas de
enfoque Sur, Al graduarse pasó a atender temas históricos e
ideológicos y viajó a varios de los antiguos países socialistas. Al
pasar al periódico Trabajadores, escribió para el Suplemento de
salud durante varios años y realizó la cobertura del segundo
contingente de la brigada médica en Guatemala. Posteriormente fue
jefa de la edición digital y subdirectora editorial hasta mayo de 2025
que se jubiló y se recontrató en la publicación. En el transcurso de
su ejercicio profesional Ha ganado premios en concursos
periodísticos y de humorismo.




