Un 8 de octubre, 58 años atrás, el jefe de un pequeño ejército revolucionario que luchaba en Bolivia por la libertad de Nuestra América, herido y con su arma de combate inutilizada, fue capturado y al día siguiente asesinado cobardemente. Sepultaron su cuerpo en un lugar no identificado como para que no pudieran encontrarlo. Quisieron borrarlo definitivamente. Pero los héroes son mucho, muchísimo más que el cuerpo que se muere. Son el alma que se multiplica y se levanta para seguir fertilizando ideas, indicando caminos, inspirando pechos, movilizando manos.
CHE COMANDANTE, AMIGO
(Fragmentos)
No porque hayas caído
tu luz es menos alta.
Un caballo de fuego
sostiene tu escultura guerrillera
entre el viento y las nubes de la Sierra.
No por ver callado eres silencio.
Y no porque te quemen,
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo.
(…)
Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil
y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar,
que manda compañera, ordena amiga
tierna y dura de jefe camarada.
Te vemos cada día ministro,
cada día soldado, cada día
gente llana y difícil
cada día.
Y puro como un niño
o como un hombre puro,
Che Comandante,
amigo.
Nicolás Guillén






