Con frecuencia atribuimos exclusivamente al sector empresarial la capacidad para impulsar actividades económicas que incrementen las producciones y servicios que se ofertan a la ciudadanía y a las entidades del país.
Si bien es cierto que hay una parte del sector presupuestado que ya incursiona en determinados esquemas de autofinanciamiento para completar los recursos financieros que les otorga el Estado (las llamadas unidades presupuestadas con tratamiento especial), no siempre existe igual comprensión ni iniciativa en determinadas organizaciones sociales y profesionales.
En particular el movimiento sindical cubano, con su única Central, los 15 sindicatos que la integran, más la Anir, han transitado por diferentes momentos en cuanto a su gestión económica y financiera, con etapas de mayor o menor desenvolvimiento. Pero lo que sí está claro es que una organización grande y compleja como la nuestra puede aspirar a mucho más en materia de incremento de sus ingresos.
La idea de un modelo de negocios también para organizaciones sociales, profesionales y de masas debería estar en la mira de sus dirigentes y afiliados, como una manera de contribuir a aligerar el peso de las subvenciones estatales que reciben del Presupuesto, y además para el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de sus trabajadores y cuadros.

No es asunto de renunciar al carácter ni a la misión primordial, sino también de brindar el ejemplo socialmente muy útil, en relación con esa convicción tantas veces reiterada en los discursos de que la economía tiene que ser la principal prioridad de todo trabajo político e ideológico en nuestro país.
En el caso específico del movimiento sindical, son bastante aplicadas las modalidades de alquileres de espacios, servicios de hospedaje a terceros, comercialización de productos agropecuarios que se producen en fincas, patios y parcelas, u otras orientadas hacia el aprovechamiento de sus infraestructuras.
Pero no sería descabellado ponernos a pensar en otras formas de generar ingresos más asociadas a servicios profesionales, a partir de las potencialidades de sus miembros o de las dependencias que tienen un objeto social con posibilidades para realizar aportes más sustanciales y especializados.
El propio periódico Trabajadores, por ejemplo, ya ha comenzado a incursionar en la transformación de su modelo de gestión editorial y económica, como parte de la iniciativa concebida para los medios de comunicación en Cuba, impulsada por la Upec y con el respaldo decidido del Partido.
Una interesante cartera de servicios asociados a la comunicación social, que además constituye una prioridad para el país, forma parte de esta apuesta con la cual se busca complementar nuestros recursos financieros, estabilizar y atraer profesionales y mejorar, en definitiva, la calidad del periodismo que hacemos.
La clave para que este tipo de cambio funcione y resulte exitoso es en primer lugar la motivación de los colectivos y el liderazgo de sus directivos, junto con la creación de las bases jurídicas y de control necesarias que eliminen trabas y permitan un desempeño transparente y participativo.
Por supuesto, también hay que cambiar en el camino muchas mentalidades y vencer disímiles resistencias, tanto de quienes deben protagonizar el salto, como de los organismos reguladores y de las dependencias gubernamentales en los diferentes niveles. Decididamente es una experiencia que vale la pena plantearse con toda la seriedad y urgencia que ameritan los momentos tan difíciles por los cuales transita la economía cubana, y donde no hay otra opción que dotarnos, siempre que sea posible, de un buen modelo de negocios.

