Pintura cubana II. Selección de maestros y alumnos: breves observaciones críticas

Pintura cubana II. Selección de maestros y alumnos: breves observaciones críticas

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El suntuoso libro catálogo Pintura cubana II. Selección de maestros y alumnos, que reproduce obras, principalmente pinturas, pertenecientes a las colecciones Viñas-Gil, Bernardo Quetglas y personales de los artistas escogidos para  integrar este volumen impreso por Selvi Artes Gráficas, de Valencia, España, fue recientemente presentado en el teatro del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana.

 

Agustín Bejarano se caracteriza por una estética que combina una técnica depurada con una simbología compleja y un discurso conceptual sólido. Foto: Cortesía del artista

 

Con un texto introductorio de la curadora y crítica Meira Marrero Díaz, quien también asumió las palabras expositivas de esta obra gráfica de lujo y a todo color, los segmentos dedicados a cada uno de los 18 artistas —igual cantidad que los aparecidos en el primer tomo presentado hace alrededor de un año en el MNBA— está acompañado de breves comentarios de reconocidos especialistas, quienes ahondan en las respectivas obras de estos creadores que forman parte de lo más destacado de la actual escena visual en Cuba.

Por orden cronológico, los artistas escogidos son Agustín Bejarano, Alicia de la Campa Pak, Leo de la O, Zaida del Río, Lisandra Isabel García, Ernesto García Peña, Mario González Rodríguez (Mallo), Héctor Onel Guevara, Carlos Guzmán Hernández, Marlon Infante, Arturo Montoto, Andrés Retamero, Daniel Rodríguez Collazo, Eduardo Rubén, Esterío Segura, Adrián Socorro,  Nelson Villalobos Ferrer (Villalobo) y Rafael Zarza.

Por estar dedicadas las primeras páginas del libro  al  conjunto de toda su producción iconográfica, cuya trascendencia artística es inobjetable, y por considerar endebles y superficiales las escuetas valoraciones que sobre su quehacer hace la prestigiosa curadora y crítico de arte Meira Marrero en las “valoraciones” que de forma general dan apertura a este libo, he considerado necesario referirme a la presencia de Agustín Bejarano en esta producción gráfica, en la cual fue incluido por  estar considerado como una de las figuras más descollantes de las artes visuales contemporáneas en nuestro país.

En tal sentido, el reconocido narrador, crítico de arte y periodista, Maikel José Rodríguez Calviño, en su texto titulado Escuchar el silencio —que acompaña los trabajos del maestro—, versión del texto escrito para la exposición El silbido del silencio, por los cuarenta años de su vida artística, subraya:

“Sería una labor tiránica recoger la vasta producción de Bejarano en una exposición definitiva. Sería, también, una experiencia apabullante para el espectador el intentar apreciar dicha obra de un tirón, sin respiros ni descansos. El trabajo de Agustín debe ser disfrutado a sorbos, poco a poco, entrega por entrega, pieza por pieza, si queremos acercarnos a los misterios que encierra, a su esencia más visceral, a los saberes y filosofías que lo sustentan. En pocas palabras: si queremos experimentar lo que llamo la Inmersión Bejarano: ese lanzarse de cabeza a su vastísima producción, ese dejarse llevar sin reticencias ni ataduras, ese bregar a manos libres y pecho descubierto por el complejo cosmos iconográfico que explaya: un universo lírico, intertextual, laberíntico, mitológico y alegórico, de una marcada densidad iconográfica, que constantemente nos remite a los más profundos estamentos del ser”.

 

Desafortunado paralelismo entre las producciones artísticas de Guzmán y Bejarano

Sin embargo, luego de referirse a las creaciones del maestro Carlos Guzmán, Meira Marrero establece un desafortunado paralelismo entre las producciones artísticas de este y las de Bejarano al afirmar que ambos se encuentran “en esta línea de magia atemporal”, y asegura que  la visión de la figura humana en los trabajos del pintor, grabador y escultor nacido en Camagüey en 1964, está “en interacción con un contexto inespecífico, de difícil asociación, aun cuando sea claramente arquitectónico”; aunque seguidamente alega que “la dualidad de componentes figurativos y entornos abstractos, la técnica mixta y los grandes formatos le permiten ensayar  texturas, colores y formas de manera peculiar. La identidad, la espiritualidad y la experiencia humana son temas que él transforma en ideas trascendentes.  Gracias a su estilo distintivo a su poder para captar la complejidad de la condición humana, resulta, sin lugar a dudas, una figura reveladora del abanico visual cubano”.

Al ubicar en una misma coordenada la obra de Guzmán y la de Bejarano, en su texto introductorio a Pintura cubana II. Selección de maestros y alumnos, la analista crea un paralelismo entre el post medievalismo del primero y el arte conceptual y contemporáneo del segundo; asociación tal vez apresurada y que puede derivar en subvaloraciones críticas de los lectores con respecto a la obra de Bejarano.

Las series Angelotes y Anunciaciones constituyen etapas fundamentales en la evolución creativa de Bejarano

 

Bejarano. Serie Angelotes. Arabesco VI, 1998, acrílico sobre lienzo, 156 x 215 cm. Foto: Cortesía del artista

 

No puede ignorarse que las series Angelotes y Anunciaciones constituyen etapas fundamentales en la evolución creativa de este artífice, las cuales son precursoras indispensables de su obra mayor, Los Ritos del Silencio. En Angelotes, inicia una exploración profunda de figuras que encarnan la vulnerabilidad y el estado liminal del ser humano contemporáneo, una temática que se irá enriqueciendo y complejizando en sus trabajos posteriores. Esta serie destaca por la representación simbólica de «los ángeles caídos» o figuras intermedias entre lo sagrado y lo profano, anticipando su interés por las tensiones entre la tradición espiritual y las condiciones actuales de alienación.

Por otro lado, la serie Anunciaciones se configura como un puente entre lo narrativo y lo simbólico, donde Bejarano revisita y reinventa la iconografía religiosa para abordar problemáticas contemporáneas desde una mirada crítica y renovadora. Esta serie no solo reafirma su capacidad para dialogar con la historia del arte, sino que también amplía su visión sobre el papel del individuo frente a la sociedad y el tiempo histórico.

 

Agustín Bejarano. De la serie Anunciación, Corus VII, 2000, acrílico sobre lienzo, 156 x 214 cm. Foto: Cortesía del artista

 

Ambas etapas son, en esencia, momentos claves en los que el artista consolida su lenguaje visual y conceptual, forjando los cimientos para la compleja serie de Los Ritos del Silencio, que posteriormente lo consagraría como un referente imprescindible del arte cubano contemporáneo. Reconocer estas dos etapas es entender el proceso evolutivo de Bejarano, su constante búsqueda y transformación, y su compromiso con un arte que dialoga con lo espiritual, lo político y lo existencial.

La obra de Agustín Bejarano y Carlos Guzmán presenta profundas diferencias estéticas y filosóficas

La obra de Agustín Bejarano y Carlos Guzmán presenta profundas diferencias estéticas y filosóficas que merecen un análisis cuidadoso, especialmente en relación con las asociaciones indebidas que se hacen en torno a la «línea de magia atemporal» y el post medievalismo.

Agustín Bejarano se caracteriza por una estética que combina una técnica depurada con una simbología compleja y un discurso conceptual sólido. Sus obras renuevan la mirada desde un enfoque humanista y contemporáneo, integrando influencias del expresionismo, el surrealismo y la pintura metafísica del italiano Giorgio de Chirico. Su estilo evoca una realidad entre lo clásico y lo contemporáneo, con atmósferas enigmáticas y colores que van desde ocres y sepias hasta vibrantes contrastes. Él no se ancla en un pasado legendario o fantástico, sino que reflexiona sobre el presente y el tiempo vivido a través de memorias y la cultura universal.

 

Bejarano: Arqueología recreativa, 2022, acrílico sobre lienzo, 152 x 199 cm. Foto: Cortesía del artista

 

En contraste, Carlos Guzmán crea un mundo onírico e imaginativo donde elementos humanos se fusionan con máquinas improbables en composiciones que podrían asociarse con un universo fantástico o místico. Su obra utiliza collage y técnicas mixtas que incorporan materiales como páginas de libros antiguos, generando una atmósfera que muchos asocian con relatos medievales y de leyendas. Sin embargo, esta línea tiene características específicas y no debe confundirse con la estética de Bejarano, pues en Guzmán la dimensión narrativa y fantástica se manifiesta claramente en la presencia de criaturas míticas, conjuntos fragmentados y una cierta mística que alude a imágenes medievales, moviéndose dentro de un post medievalismo que envuelve su imaginería.

Filosóficamente, Bejarano se inscribe en la reflexión crítica sobre el tiempo actual, el hombre y su relación con la historia y la cultura. Su obra invita a la conciencia y a la responsabilidad artística en el contexto de problemas contemporáneos y universales, evitando una visión escapista o exotérica. Puede afirmarse que el conjunto de toda su creación dialoga con la vigencia del presente y sus contradicciones, más allá de la nostalgia o la evocación de mundos pasados. Por tanto, es absolutamente erróneo afirmar que su visión de la figura humana está “en interacción con un contexto inespecífico, de difícil asociación”, como asevera Meira Marrero.

Asimismo, vale apuntar que Carlos Guzmán se inscribe en una poética que se apropia de símbolos y narrativas ligados a lo mítico, lo fantástico y lo atemporal, con un lenguaje visual que puede relacionarse con antiguas leyendas y cuentos de hadas. Esta referencia a un tiempo post medieval, repleto de elementos simbólicos y mágicos, crea un mundo artístico que se deja atrapar por la dimensión mágica y onírica, pero muy distinta del enfoque humanista y contemporáneo de Bejarano.

 

Carlos Guzmán: Déjate guiar por un batir de alas, 100 x 75 cm, acrílico sobre lienzo, 2013. Foto: Cortesía del artista

 

Aunque ambos artistas comparten una profunda expresividad en sus obras, la de Agustín Bejarano no puede sostenerse dentro del marco de la «línea de magia atemporal» ni del post medievalismo que se encuentra en el universo pictórico de Guzmán. Es evidente que el primero se orienta hacia un discurso estético y filosófico muy diferente, centrado en la reflexión crítica de la realidad contemporánea y una técnica que remite a corrientes clásicas y modernas, mientras que Guzmán desarrolla una poética de ensueño, mística y narrativa que bebe de la imaginería medieval y fantástica

 

Bejarano: “Trato de ser el reflejo de mi época; pero ese reflejo a veces es muy crudo”

En un artículo publicado en La jiribilla el 31 de mayo de 2024 por el autor de este texto bajo el título de Agustín Bejarano: compromiso con la creación, el maestro, fuerte candidato al Premio Nacional de Artes Plásticas, asegura:

“Trato de ser el reflejo de mi época; pero ese reflejo a veces es muy crudo, esto te hace redimensionar tu acción en el tiempo como artista de un tipo de obra, digamos, reflexiva, sobre el tema del hombre actual, quien se debate entre el bien y el mal, entre la guerra y la paz, entre igualdades y desigualdades, las penurias de los sacrificios; quiero que el público vea el tema de la dicotomía entre vida y muerte, entre el amor y el desamor. Yo no puedo sustraerme a este tipo de lenguaje, con el tiempo se puede convivir con este tipo de planteamiento, en el caso mío lo veo muy alegórico, muy orgánico. Defiendo esa posición desde la contemporaneidad”.

 

Bejarano no se ancla en un pasado legendario o fantástico, sino que reflexiona sobre el presente y el tiempo vivido a través de memorias y la cultura universal. Foto: Cortesía del artista

 

Igualmente subraya que sus obras, “de alguna forma, resumen toda la problemática del hombre actual; habla de la filosofía del hombre, de su existir, de su actitud ante la vida, de resistencia en el tiempo, ese hombre que está permeado de inquietudes, de vicisitudes, de problemática moderna, como puede ser la emigración, la diáspora, el existencialismo actual de la vida contemporánea, digamos familiar. Me interesa mucho que cada obra tenga su contenido, cada obra tenga su alma interior, es algo que siempre va tipificado y yo siempre me busco una forma para decir un contenido nuevo, o simplemente novedoso, es la posibilidad de dialogar con diferentes momentos, tomando la exposición, digamos de reflexión, de compromiso, el arte y el compromiso mío como artista han sido cada vez mucho mayores y mucho más ambiciosos”.

 

“Estar en un libro como este sobre pintura cubana actual ya es algo a tener en cuenta”

A pesar de este lamentable desliz crítico por parte de Marrero Díaz, y con la humildad desbordante que le caracteriza, el ilustre artista afirmó: “Soy el primer artista que aparece, eso es un reto. Yo creo que estar en un libro como este sobre pintura cubana actual ya es algo a tener en cuenta. Creo que apenas hay esfuerzos como este para sacar adelante o al menos visualizar el arte cubano actual”.

Cada pictografía de Bejarano denota novedosa ingeniosidad. Tesis recreadas en la historia y el arte de la antigüedad, que en última instancia echa anclas sobre elementales asuntos que tienen que ver con nuestra insularidad y los problemas, dichas, alegrías y penas de la sociedad cubana contemporánea, aunque sus obras poseen discursos de trascendencia internacional, al tener precisamente referentes del arte clásico universal y, en última instancia, reflexionar en lo más íntimo de la existencia humana.

En tal sentido dijo:

“Para mí el hombre siempre ha sido de luz, el mayor, digamos concepto de luz, de hidalguía, de transparencia, de intelectualidad. Es el hombre el cual encierra una capacidad analítica como hombre sobre su medio. El hombre es un tipo de responsabilidad que en el caso mío me ha servido para tener más conciencia de lo que quiero hacer y que no se quede solamente en un parlamento hedonista, de ideas; porque eso es lo único que a mí me lleva a hacer una serie y otra serie, una pintura y otra pintura. Cada vez más le doy un camino al público y a la crítica para que vean en la obra mía un tipo de análisis que a través del hombre se puede llegar a hacer una obra o un planteamiento lo más ajustada posible a lo que yo quiero decir como artista”.

Bejarano: Sombra como gigantes, 2009, acrílico sobre lienzo, 120 x 150 cm. Foto: Cortesía del artista

 

Los proyectos de Bejarano mueven criterios e incentivan las neuronas

Los proyectos de Bejarano mueven criterios e incentivan las neuronas. Con su habitual pulcritud en la limpieza de los dibujos, en la perfección de los trazos y el empaste y transparencia de los colores, amén de la elaboración de discursos fuertemente fondeados en complicados juicios, extiende la mirada escudriñadora para incentivar, con bríos creativos, una producción que echa anclas sobre determinados pretextos ideo-estéticos muy bien acentuados desde Los ritos….

“Yo creo —expresa— que la obra mía trasciende por la vigencia de la temática que trato, esto hace que interese. Siempre he estado muy atento a que mi obra no se quede en un limbo exotérico o que no tenga ese condimento de responsabilidad artística, mi obra realmente tiene que ver con un tipo de reflexión de un artista de vanguardia comprometido con su momento, con su tiempo, y creo que al final que nuestra obra sea más nutrida, más sustancial, más interesante y más responsable, por supuesto de las circunstancias históricas en que vivimos”.

Este creador ha optado siempre por la síntesis, a veces casi minimal, de sus narraciones iconográficas; estilo que ha defendido con éxito y reconocimiento internacional desde aquellos tiempos y que se hicieron evidentes en conjuntos como Tierra húmeda (1996),  Marea baja (1997), El hombre inconcluso (1998), Anunciaciones (2000), Cabezas mágicas (2001),  Imágenes en el tiempo (2002), y Meditaciones (2004); a lo que se han sumado las últimas creaciones reunidas en La cámara del eco (2018), Olympus (2020) y Diamantes en la noche (2019), esta última exhibida en la XIV Bienal de La Habana.

 

Agustín Bejarano: Descanso en el Olimpo, 2006, acrílico sobre lienzo, 78 x 98 cm. Foto: Cortesía del artista

 

Museografía de la exposición La cámara del eco, 2018. Foto: Cortesía del artista

 

Por todos los criterios anteriormente expuestos, a todas luces el brevísimo comentario que hace Meira Marrero de su obra en Pintura cubana II. Selección de maestros y alumnos, no engloba la magnitud de las piezas presentes en este libro, las cuales corresponden a diferentes etapas que fueron emblemáticas en su momento, como Angelotes y Las Anunciaciones. Tal vez, el efímero texto de Marrero Díaz, hubiera sido propicio para una evaluación condensada sobre dos etapas de gran importancia dentro de su carrera antes de llegar a la gran serie Los Ritos del Silencio. Las palabras introductorias de la reconocida especialista de arte cubano, no son más que un abordaje de cada artista por párrafos, y que en lo correspondiente a Bejarano son nada feliz.

Graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y del Instituto Superior del Arte (ISA), Bejarano ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio de la XI Bienal de Grabado Latinoamericano de San Juan, Puerto Rico (1995); tres Gran Premio en los Encuentros Nacionales de Grabado de los años 1987, 1993 y 1997, respectivamente. Ostenta la Distinción por la Cultura Nacional (2005); y el Diploma al Mérito Artístico otorgado por el ISA (2007).

 

 

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