Fidel exigió hablar claro

Fidel exigió hablar claro

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Hace 65 años, un 26 de sep­tiembre de 1960, la Asam­blea General de las Nacio­nes Unidas fue testigo de un momento que quedaría grabado a fuego en la his­toria de la diplomacia.

Foto: Tomada de Cubadebate

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, entonces Primer Ministro del Gobier­no Revolucionario de Cuba, ascendió a la tribuna para pronunciar un discurso que no solo defendería la sobe­ranía de su país, sino que se convertiría en una luz para las naciones del Tercer Mun­do. Este aniversario coincide con la conmemoración de los 80 años de la fundación de la ONU, uniendo hitos en la defensa de la soberanía, la igualdad y la justicia entre las naciones.

El discurso del Líder Histórico de la Revolución cubana posee un récord singular: es el más extenso pronunciado por un jefe de Estado o de Gobierno ante la Asamblea General. Pero la importancia no radica en su duración, sino en el contun­dente mensaje. Fidel Cas­tro denunció, con pruebas y valentía, el vejatorio trato recibido por la delegación cubana en Nueva York, que fue confinada en Manhattan y obligada a residir en el ho­tel Theresa de Harlem ante la negativa racista de otros establecimientos.

Con firmeza, expuso la hipocresía de las élites que difamaron a su delegación. “Nos acusaron de estar alo­jados en un burdel”, declaró, desnudando el racismo y la campaña de desprestigio or­questada. Lejos de amedren­tarse, transformó la agresión personal en una plataforma para denunciar las estructu­ras globales de opresión.

Más allá de la anécdo­ta, su intervención fue un llamado urgente al antim­perialismo y la descoloniza­ción. Fidel alzó su voz para que los pueblos oprimidos pudieran, por fin, hablar sin miedo. En palabras tex­tuales que aún resuenan con fuerza, explicó la responsa­bilidad que cargaba: “Cues­ta recursos el envío de una delegación a las Naciones Unidas. Nosotros, los países subdesarrollados, no tene­mos muchos recursos para gastarlos, si no es para ha­blar claro en esta reunión”.

Esa frase encapsulaba el espíritu de su misión: no estaban allí para protocolos vacíos, sino para exigir res­peto y ser la voz de los sin voz. Aquel discurso trascendió lo nacional para convertirse en un acto de reivindicación histórica para toda América Latina y las naciones emer­gentes, que vieron en Fidel a un líder dispuesto a desafiar el orden establecido.

Este legado se entrelaza con la conmemoración de los 80 años de la ONU, fundada en 1945 tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial con el noble propósito de “preservar a las generacio­nes venideras del flagelo de la guerra”.

Como destacó el secre­tario general António Gute­rres: “La creación de las Na­ciones Unidas está ligada a la prevención de una Tercera Guerra Mundial”. A través de sus agencias, la organización ha impulsado el desarrollo social, los derechos humanos y la paz, aunque aún enfrente críticas por su necesidad de reformas ante nuevos desa­fíos globales.

La voz de Fidel en la ONU no es un eco del pa­sado; es el cimiento de la política exterior cubana actual. En el reciente ani­versario de la Carta de la ONU, Cuba reiteró su com­promiso con el multilatera­lismo.

A través de sus represen­tantes permanentes conde­nó el genocidio israelí con­tra Palestina y los ataques a Irán, señalando que estas acciones violan el Derecho Internacional. La Mayor de las Antillas continúa abo­gando por un nuevo orden económico y el fin del blo­queo económico, comercial y financiero estadounidense, una medida coercitiva que obstaculiza su desarrollo.

La ONU, con sus defec­tos, sigue siendo el foro indis­pensable donde Cuba y el Sur Global defienden sus intere­ses y promueven una agenda de equidad. Sesenta y cinco años después de que Fidel Castro Ruz exigiera hablar claro, su llamado mantiene una vigencia absoluta.

En un mundo asolado por guerras, desigualdades, genocidios… la solidaridad internacional y la valentía de denuncia que él encar­nó son más necesarias que nunca.

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