Hay deportes en Cuba que no han necesitado gritar para hacerse escuchar. Entallaron logros que, sin recurrir a sentimentalismos, atravesaron las murallas de cientos de retos y se encumbraron en nuestra historia y memoria colectiva.
Uno de ellos y quizás el que más nos ha definido en citas de rigor a lo largo de muchos años es el boxeo, que se despidió con un susurro del Campeonato Mundial, que finalizó alrededor de una semana en la ciudad inglesa de Liverpool (por primera vez en la historia no se alcanzó títulos, tres medallas de bronce fue la cosecha).
Es hora de admitirlo aunque provoque escozor, entre el 2024 y el 2025 esa disciplina ha sido una metáfora cruda del desgaste y de los tiempos que vivimos.
Talento existe y se trabaja con él de eso no cabe dudas, lo aclaro antes de que alguien lance no muy agradables golpes verbales, sin embargo, hay que recordar que el título de Erislandy Álvarez en París 2024, (hubo también un bronce Arlen López) además de evitar un estremecimiento mayor, maquilló algo, el ya afectado rostro de una disciplina que en alguna medida nos retrata como país.
Es innegable que a suelo británico se asistió con una atractiva mezcla de jóvenes y experimentados boxeadores. También es justo expresar, que es un nuevo ciclo olímpico, en el que una de las prioridades debe ser evaluar y darle fogueo a un puñado de figuras, que no obstante atesorar un interesante arsenal técnico-táctico, debe pelear más internacionalmente.
Los principales estrategas de la escuadra nacional manejan un grupo de argumentos que se basan en sus experiencias y triunfos. Resaltan el parecer de que este es el mejor momento para probar sus reservas y que el tiempo es uno de sus socios más fiables para volver a lustrar su rica tradición.
Fe y respeto se les debe en lo profesional y humano. Aun así, quizás no sería descabellado ser un poco más osados y profundos. Definir al más alto nivel de decisión la ruta de varios púgiles y sus preparadores (circuito profesional o eventos de la Asociación Internacional de Boxeo). Sin olvidar otras necesidades y valoraciones que en casa tal vez requieran nuevos estremecimientos.
El boxeo como otros deportes muestra las penurias y dificultades de la existencia tensa y angustiada que vivimos. Aun así, no es de los más afectados, su estrategia de acción, logros y transformaciones en su sistema de competencias internacionales le permiten al menos trazar rutas, que sostienen sus procesos.
Le urge como bandera atlética continuar actuando sobre su personalidad e indispensable evolución. Ese debe ser un proceso catártico, incluso desafiante, que aliviará no solo aliviará sus penas actuales. También demostrará que está bien vivo para todas las guerras que se le avecinan.