El día a día en Cuba es difícil y retador. Horas extendidas de apagón por carencia de combustible o centrales termoeléctricas en reparación; falta de agua en muchos poblados y ciudades por la misma causa (incluida la sequía más grande de los últimos años), así como insatisfacciones en cuanto al transporte, la vivienda, la alimentación, el salario, la salud y la educación, son temas cotidianos en nuestras casas y centros de trabajo.

La semana que empieza no abrirá diferente ni son de esperar noticias alentadoras para esos problemas reales en los que incide, sin teques ni justificaciones, un bloqueo asfixiante del Gobierno estadounidense, sobre todo cuando de créditos, comercio y economía se trata, con persecuciones financieras obsesivas y la permanencia en una lista de supuestos países patrocinadores del terrorismo.
En este contexto hay quien no puede más y lo expresa con tensiones públicas y hasta con la emigración familiar o profesional, fenómenos que son normales en cualquier parte del mundo menos en Cuba, pues los medios de comunicación desde el exterior que adversan al proceso revolucionario, se encargan de manipular y amplificar para poner más desaliento y no pocas mentiras, específicamente desde las redes sociales.
Lo que está en juego hoy, y los trabajadores lo saben, es la propia supervivencia de un proceso que dignificó a negros y blancos, a mujeres, niños y ancianos; que universalizó los derechos a la educación, al deporte, a la salud; que hizo al pueblo dueño de sus riquezas y que no ha descansado en repartir justicia social. Todo eso sin ser perfecto, pero con hechos y acciones que ni la burocracia ni la falta de recursos han podido arrebatarnos.
La semana que entra continuará siendo muy dura en la vida diaria. Sin embargo, una luz de arte y pensamiento invita a miles de almas. Se trata del trovador Silvio Rodríguez, quien nos convoca el próximo viernes a acompañarlo, como tantas veces, en la Escalinata de la Universidad de La Habana. Allí cantaremos melodías de memoria. Y seguiremos siendo necios, en esa necedad de vivir sin tener precio.


