No dejo de preguntarme por qué no son destupidos los tragantes, alcantarillas y desagües para aplacar la furia de los temporales, ni se podan los árboles que si bien adornan nuestra ciudad, a la vez constituyen un peligro potencial en temporadas ciclónicas.
La mayoría de los tragantes, alcantarillas y desagües en la capital permanecieron obstruidos, a pesar de que en el 2024 se preveía mucha lluvia para el período ciclónico, con acumulados por encima de la media histórica en todas las regiones del país, así como una alta probabilidad de impacto de un huracán, situación similar a la existente hoy.
Está comprobada nuestra vasta experiencia para enfrentar las secuelas de eventos naturales extremos, pero es de lamentar que no se asuman las medidas preventivas que debieran, la más sencilla de ellas, la ya mencionada desobstrucción. ¿Por qué?
Al comenzar el Ejercicio Popular de las Acciones en Situaciones de Desastres, Meteoro 2025, el jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, general de división Ramón Pardo Guerra, reiteró que el propósito principal era fortalecer la capacidad de respuesta ante emergencias y fenómenos naturales, “una actividad esencial para la preparación de órganos de dirección y mando, y la población”.
En dicha reunión se insistió en priorizar la protección de vidas humanas, el fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana y la profundización de estrategias preventivas, a la vez que fue destacada la necesidad de integrar el conocimiento científico y la experiencia local en la gestión de riesgos, a fin de “evaluar de forma objetiva las vulnerabilidades, y la exposición de la población y los recursos económicos y naturales ante los peligros”.
No pretendo ser absoluto, mucho menos dramático, pero ante el menor chubasco llega la inundación, pues entre otras razones, los drenajes permanecen tupidos. En casos como este la desidia se paga caro, a veces con la muerte.
Me resisto a creer que alguien pudiera esgrimir una razón económica para explicar la imposibilidad de ejecutar debidamente la necesaria destupición. Seguro estoy de que no sería un trabajo muy costoso, aunque no podría faltar el deseo de hacerlo bien.
Hasta el final de la temporada ciclónica restan tres meses. ¿Por qué entonces no acometemos como debiéramos las acciones preventivas necesarias para evitar, en lo posible, inundaciones y caídas de árboles?