El pasado 10 de agosto, cuando aún no terminaba de parquear en la calle 28 de Varadero, a un costado de lo que antes fuera el local del Comité Municipal del Partido, se apareció una joven vestida de blanco con unos “buenos días” bien intencionados.
Tras responder el saludo no pude menos que preguntarle. ¿En qué puedo ayudarla? Serena y precisa me lanzó el primer reto de la mañana: “Soy la parqueadora y vengo a cobrarle”, dijo y fue entonces que aprecié un pequeño solapín que así la acreditaba.
Con total respeto le expliqué que era imposible pagarle sin antes haber disfrutado ni un minuto del servicio de parqueo. Siempre lo hacía a los cuidadores de carros a mi salida, sea en La Habana, Varadero o en la Conchinchina. Entendía que era lo lógico, aunque ya sabemos que en cuestiones de lógica muchas cosas en nuestra sociedad andan desaprobadas. Y esta parecía una más.
Hasta ahí hubo comprensión de ambas partes. Lo real maravilloso llegaría 2 horas y media más tarde, cuando listo para partir tenía delante a la parqueadora y tras darle 50 pesos (precio que apreciaba justo para tiempos de inflación que vivimos y el sitio de playa en que estaba) me señaló sin rodeos: “Son 150 pesos, no 50”.
Ahí mismo frené en seco las neuronas sin todavía haber prendido el carro. ¿Dónde estaban esos precios públicos? ¿Cómo era posible pagar por dos horas y media igual que si hubiera estado todo el día? ¿Quiénes eran los responsables de la decisión y que el comprobante de pago resultara un papel minúsculo en el cual no se veía el precio, solo la palabra Cárdenas?
Por supuesto, la parqueadora no supo responder y únicamente exigía el exagerado monto, pues ella era una simple empleada que cumplía lo establecido por sus superiores. Juro que tuve ganas de llamar en ese instante al representante del gobierno del municipio de Cárdenas que había dictado tal resolución, a la policía para que me llevara preso por no pagar y a cuantos encargados de ideas tan absurdas como esa estaban cerca de allí.
La familia me contuvo. Pagamos convencidos de que quizás existan parqueos por horas más caros (tal vez privados), pero este figura, sin duda, entre los punteros dentro del sector estatal y sin la más mínima explicación de por qué.