Sancti Spíritus.— El buen olfato de algunos fomentenses para detectar reservas productivas a partir de la reutilización de objetos en desuso y el oportuno apoyo institucional, han puesto al municipio de Fomento en el mapa de la economía circular. Ya sea una cualidad innata o fruto de la necesidad, del ingenio de algunos pobladores de ese municipio de esta provincia ha emergido una estrategia de desarrollo capaz de transformar elementos residuales en objetos utilitarios.

Sus habitantes libran la batalla cotidiana de fraguar una huella en la economía territorial con un impacto comunitario en la creación de nuevos empleos, la producción de bienes de consumo y una respuesta medioambiental a través del reciclaje.
La cooperativa no agropecuaria (CNA) La Esperanza y el complejo El Progreso, este último perteneciente a la Empresa de Producciones Varias (Emprova), son dos ejemplos que han colocado en una línea paralela estos elementos: innovación, industrialización, comercialización y protección del entorno.
Ambos proyectos incidieron en el reconocimiento de Municipio ProAmbiental, concedido por el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente (Citma), a Fomento en el acto nacional por el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente efectuado en la central provincia este 2025.
“La economía circular y la simbiosis industrial inducen un principio para el desarrollo local a través del cual se construye un modelo de sostenibilidad como una variante viable en el actual contexto económico del país”, explicó Néstor Álvarez Cruz, al frente de la Unidad de Medio Ambiente en la geografía espirituana.
Refirió que allí son indiscutibles frentes de avanzada el aprovechamiento del plástico; el procesamiento de neumáticos inutilizados para producir harina de goma y como resultado final baldosas de ese material; y la obtención de arena como elemento para la construcción a partir de los desechos del mármol con el objetivo de quitarle presión a las fajas hidrorreguladoras de los ríos.
Donde crece La Esperanza
Mesas, sillas, butacas, columpios, estantes, madera plástica, depósitos para la basura y otros útiles, están en el catálogo de la CNA que ha logrado combinar tradición artesanal con tecnología y posicionarse en exigentes mercados. Lo que comenzó como una pequeña idea para fabricar de tuberías de plástico en el 2014, ha evolucionado a un núcleo industrial con productos que cumplen los estándares de calidad de varios clientes, entre ellos el sector turístico.
De a poco, mejoraron la infraestructura industrial y las condiciones de trabajo; perfeccionaron el perfil de la madera plástica, diversificaron los modelos de muebles e incursionaron en la fabricación de jaulas de ese material en sustitución del acero para la pesca de la langosta.
Con gran impacto social se insertaron en la recuperación de mobiliario clínico, como sillas de ruedas, camillas y otros elementos para la prestación de cuidados asistenciales. Algo que distingue al colectivo es la fidelidad a su nombre, validado con un extenso historial de donaciones a instituciones sociales, comunidades damnificadas por eventos meteorológicos y principalmente a centros educativos y de salud.
Por el camino del Progreso
Más allá de los límites citadinos de Fomento se erige el complejo El Progreso. En ese enclave productivo adscrito a la Emprova, a inicios de este año arrancó la maquinaria de una novedosa minindustria: la única de la nación que recicla neumáticos en desuso.
“Es fruto de nuestra capacidad innovadora y el acompañamiento del ingeniero Alfredo Díaz, del Centro de Desarrollo Local y Comunitario y financiada por la cooperación internacional”, apuntó Dania Pentón Valdivia, especialista del Citma y coordinadora del proyecto Fortalecimiento de Capacidades Municipales para el Desarrollo Local.
“Aprovechamos los neumáticos que no tienen opción de recape, los trituramos y el producto final son baldosas de goma con utilidad en cubiertas y pisos. Son flexibles y reducen el impacto sobre el suelo, de ahí su ventaja en áreas destinadas a los niños y ancianos, gimnasios y espacios aledaños a piscinas”, argumentó Diosmany Sáez López, jefe de ese taller.

