Nersys Felipe Herrera (Guane, 1935) ha dedicado su vida a escribir para los niños, y no es casual que diga que solo los niños pueden con los poetas y los locos. Porque mucho de poeta y algo de loco debe tener quien, como ella, construye mundos para los más pequeños sin subestimarlos jamás.

Sus libros han huido siempre del didactismo y de la ñoñería que han lastrado tantas páginas dedicadas a la infancia. Ha narrado con sencillez, con imágenes claras y juguetonas, pero con una hondura que nace de la esencia y no de artificios formales.
Un ejemplo emblemático de esa poética es Cuentos de Guane, Premio Casa de las Américas, donde aborda un tema complejo —la muerte de un familiar querido— sin dramatismos ni condescendencia. La narración es ágil, equilibrada, rebosante de emociones que acompañan a los hermanos protagonistas en un doble viaje: por el paisaje y el ambiente de su infancia, y por un territorio interior donde la memoria y la sensibilidad se funden en una experiencia cercana a la proustiana, aunque sin densidades descriptivas.
El misterio de la creación de Nersys Felipe es que no escribe solo para los niños reales, sino para los que cada adulto encarna. Sus libros tienen la rara virtud de conmover a lectores de cualquier edad porque apelan a esa zona íntima donde la ternura se convierte en memoria y la memoria en revelación. Esa universalidad espiritual es, en buena medida, lo que ha dado a su obra una vigencia que no declina.
Lejos de los reflectores, Nersys ha preferido la intimidad de su casa —su caracol, como le gusta llamarlo— para alumbrar esos mundos que no necesitan de excesos fantásticos para ser maravillosos. Parte de su creación es incluso realista, pero siempre está atravesada por una mirada singular, por personajes que respiran autenticidad y por tramas sencillas que esconden una profundidad meridiana.
Esa capacidad de volver interesante lo cotidiano tiene mucho de poético. Nersys Felipe sabe encontrar la chispa en la rutina, la emoción en la aparente grisura, la huella de lo divino en lo más simple. Es, en ese sentido, tan narradora como poetisa, y ambas dimensiones se alimentan mutuamente.
Su obra ha acompañado a generaciones enteras de niños cubanos con ternura y sin imposiciones. Muchos conocieron la literatura a través de sus textos incluidos en los libros de enseñanza primaria; otros se acercaron a ella por las ediciones de Gente Nueva, por la radio, por esas múltiples formas en que supo dialogar con su público. En todas dejó una marca: la de una escritora auténtica, capaz de educar sin aleccionar, de emocionar sin manipular.
Hoy, a las puertas de sus 90 años, Nersys Felipe es un pilar indiscutible de la literatura para niños y jóvenes en Cuba. Su legado no se mide solo por la cantidad de libros, sino por la huella sensible que dejó en varias generaciones. Su obra demuestra que la literatura infantil, hecha con respeto y autenticidad, puede acompañar toda la vida y convertirse en memoria compartida de un país.

