Unas peinan canas, otras son más jóvenes. Todas tienen en común el amor, respeto y admiración por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
A través de anécdotas sobre quién marcó sus vidas de formas únicas, Georgina Leyva Pagán, Nélida Quintero Martínez, Margarita Mayeta Hierrezuelo y Belinda Sánchez Ramírez expusieron recuerdos que calaron hondo en el alma de las asistentes al coloquio convocado por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), en ocasión del aniversario 99 del natalicio del Líder Histórico de la Revolución cubana.
En el Centro Fidel Castro Ruz la historia se desgranó como agua cristalina y provocó sonrisas, también alguna lágrima, pues esas cubanas con su quehacer han sido leales al pensamiento de Fidel, a la FMC, organización creada hace 65 años, y a su eterna presidenta Vilma Espín.
Era parte de la familia
La primera panelista fue Georgina o Gina, como le dicen todos, la combatiente de la lucha clandestina y del Ejército Rebelde; compañera inseparable del desaparecido Comandante del Ejército Rebelde Julio Camacho Aguilera, describió a Fidel como si fuera parte de la familia. “En fecha como esta, en 1958, lo conocí en la Sierra Maestra, pero parecía que nos conocíamos hacía muchos años.
“Ya él sabía quiénes éramos nosotros. Nos puso la mano en el hombro y preguntó: ‘¿Cómo están?’. Eso lo hace uno con un hermano. Y yo vi a Fidel en aquel instante como mi hermano de lucha, de sacrificio, de entereza, de patriotismo.
“Desde aquel momento, cada vez que nos veía nos daba un abrazo y decía: ‘Mira quiénes están aquí’. Hay gestos en la vida de las personas que se van metiendo en el corazón, y siempre han marcado pautas”, afirmó.
Puntualizó cómo Fidel les dio a las mujeres la oportunidad de estar presentes en la lucha armada y aprobó el 4 de septiembre de 1958, en la Sierra Maestra, la idea de crear el pelotón femenino que se identificaría con el nombre de Mariana Grajales.
Consideró que el empoderamiento, alcanzado por las mujeres hoy, lo dio la Revolución hace muchos años. “La Federación todavía tiene batallas ideológicas y prácticas que librar”, aseveró.
Resaltó la importancia del Centro Fidel Castro Ruz y lo catalogó como monumento simbólico, de gran valor y prestigio, donde se va acumulando toda la sabiduría que existe en el país. “Va a ser para las nuevas generaciones un caudal infinito de sabiduría, de experiencias. La juventud tiene que venir por sus propios pasos a beber en este Centro, y ver quién era Fidel y cómo pensaba. Cada uno de nosotros lo vio desde su prisma, desde su inteligencia, desde su sentimiento”, acotó.
Convencido de la victoria
Nélida Quintero, quien durante años se desempeñó como secretaria general de la FMC en La Habana, estuvo muy vinculada a los programas de la Batalla de Ideas impulsada por Fidel, que tuvo una etapa intensa a partir del 5 de diciembre de 1999 con el propósito de traer de vuelta a la patria al niño Elián González.
En ese sentido, rememoró las marchas para exigir al Gobierno estadounidense que devolviera al pequeño. “Fidel las veía todas por la televisión, y se percató de la gran presencia de mujeres, abuelas, niños… Finalmente, en coordinación con Vilma, surgió la idea de hacer la Marcha de las Mujeres.
“Esa noche, Fidel nos estaba esperando, y recuerdo que me preguntó cómo yo veía los preparativos de la movilización; él tenía confianza en el impacto de esa marcha. Le comenté todo lo que habíamos hecho, del apoyo de todas las organizaciones políticas y de masas. Entonces, me preguntó si estaba dispuesta a ir a la emisión final del noticiero para hablar.
“Nos dijo: ‘Yo las voy a estar mirando por una ventanita’. Para él fue muy impresionante observar a las 200 mil mujeres en la marcha, estaba convencido de que después de aquella demostración, lo que quedaba era el regreso de Elián”, añadió.
Durante su intervención se refirió al libro Mujeres y Revolución, recopilación realizada por Yolanda Ferrer y Carolina Aguiar Ayerra. “Es una joya y las invito a leerlo, recoge los discursos de Fidel desde 1959 hasta el 2005. En ellos se encuentra la esencia de las consideraciones del Comandante en Jefe acerca de la participación de la mujer en la Revolución”.
Fidel era y es una inspiración
Muy amena resultó la intervención de la otrora estelar voleibolista Margarita Mayeta, gloria del deporte cubano y quien representó a la primera generación de Morenas del Caribe.
Natural de San Luis, en Santiago de Cuba, evocó sus inicios como atleta, su actuación en los Primeros Juegos Deportivos Escolares en 1963 y en muchos otros eventos, su ascenso hasta integrar la selección nacional que la llevaría a convertirse en medallista de oro de los Juegos Panamericanos de Cali, 1971.
“La primera vez que vi a Fidel fue en 1964, pero a distancia. Ya en 1970, en los Juegos Centroamericanos celebrados en Panamá, arrasamos, y cogimos medalla de plata. Fuimos y regresamos en barco. No olvido que estábamos bailando con la orquesta de Pacho Alonso, y de pronto, vemos a algunos corriendo. Una gritó que venía un tiburón porque algo se agitaba en el agua. ¡Y eran las torpederas! Ahí venían Fidel, Almeida… que nos fueron a recibir.
“En 1971 estábamos en Colombia, en los Juegos Panamericanos. El presidente del Inder en ese entonces llamó a los capitanes de los equipos, para hablar con el Comandante. Cuando me correspondió, me preguntó qué íbamos a hacer. Le dije, que íbamos a ganar, que esa medalla era para él y me respondió: ‘Capitana, usted sabe lo que dice’.
“Fui corriendo para donde estaban mis compañeras, y les comenté: ‘en tremenda candela nos hemos metido, dice Fidel que hay que llevar para Cuba el oro’. Ahí sudamos, decíamos, aquí no se puede perder… la fecha coincidía con el cumpleaños de Fidel. Ese día cogimos la medalla de oro. Fidel era una inspiración y lo sigue siendo”, concluyó.
Ser fidelista es ser revolucionario
“Yo digo que ser fidelista es ser revolucionario, no se puede ser revolucionario en Cuba sin ser fidelista”, afirmó Belinda Sánchez Ramírez, directora de Inmunología del Centro de Inmunología Molecular (CIM) y miembro del Comité Nacional de la FMC.
“Desde niña creía que Fidel era mi abuelo, él era parte de la familia”, apuntó.
La reconocida investigadora contó que su primer encuentro con Fidel ocurrió mientras estaba en un campamento agrícola como parte de las actividades universitarias. “Me hallaba al frente del campamento. Era domingo, y muchos se habían ido por sus medios, porque al día siguiente ya partíamos. De pronto llegaron al cubículo y nos dijeron: ‘¡Corran, que ahí está el Comandante!’. Tremendo zafarrancho se formó. Verlo fue muy impactante, era gigante, enorme… los profesores me decían que hablara, me quedé muda, no podía. Me costó trabajo empezar, pero cuando comencé, le hablé de lo que hacíamos y de todo lo que estaba mal.
“Le empecé a dar quejas, y es que cuando se le veía, parecía que él tenía la solución de todo, dondequiera que la gente veía un problema, decía: ojalá Fidel pasara por aquí”, agregó.
“Por su visión, en pleno período especial, en 1994, se inauguró el CIM. El Comandante pensaba largo, con la visión de que podíamos llegar a donde quisiéramos, solo que había que proponérselo. Esa forma de actuar fue lo que hizo posible que cuando llegó la pandemia, pudiéramos responder de la manera en que lo hicimos”.