Pinar del Río.- Soñaba con ser arquitecto o ingeniero civil, pero no logró optar por estas especialidades al concluir duodécimo grado y eligió la Medicina; ahora no imagina su existencia sin el ejercicio de esta profesión y es que de alguna forma en ella sació sus ansias de edificar lo más sagrado para los humanos: la vida.

Y lo hace desde la sapiencia y más de 30 años de experiencia como especialista de Medicina Interna, pero también con un amor, consagración, afabilidad y vocación de servicio que le llevaron a recibir el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba el pasado 29 de abril.
Mejor que ser príncipe

Apegado a la máxima martiana de que mejor que ser príncipe es ser útil, declinó la posibilidad de formar parte del equipo del Hospital Clínico Quirúrgico Docente Abel Santamaría Cuadrado, de Pinar del Río, institución de la que fue fundador mientras concluía su formación como especialista (1990), para regresar a San Luis, decisión que agradecen los lugareños.
Reconoce que su casa es como una extensión del cuerpo de guardia: “Mis vecinos son mi familia”. No discrimina entre horas, conocidos, pacientes o extraños, quien toca a su puerta es atendido, y confiesa que es incapaz de negarse.
“Yo no sé lo que tiene. Quizás es insignificante para mí, pero para él puede ser algo muy grande. Entonces, ¿cómo decir que no voy a atender a una persona?”.
Es profesor asistente de la Universidad de Ciencias Médicas del territorio, esa responsabilidad lo motiva a la superación constante con 64 años: “Siempre hay que ir preparado a las clases, a los seminarios integradores. Si voy a hacer las cosas, es para hacerlas bien”. Imparte Propedéutica Médica y Medicina Interna.
“Aquí soy útil, y me siento mejor que en una institución hospitalaria, por grande que sea. Puedo ayudar en muchas más cosas. Vivo a dos cuadras del policlínico y muy cerca de la sala de hospitalización. Me mantengo localizable y cuando llega un caso grave, un paciente crítico o con una dolencia determinada, si es necesario, me llaman”.
A Padilla se le puede encontrar en cualquier sitio, ya sea en uno de los 18 consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, en la consulta habilitada para quienes sacarán licencia de conducción, en la multidisciplinaria para embarazadas o en la sala de hospitalización, donde tiene estudiantes de tercer año. Igualmente imparte docencia del posgrado a quienes cursan la especialidad de Medicina General Integral (MGI).
Como si fuera poco, forma parte de los equipos territoriales de Epidemiología y el Programa de Atención Materno-Infantil (Pami).
A la vieja usanza
Es defensor de la Atención Primaria de Salud y del minucioso examen clínico; con la primera asegura que se pueden solucionar muchos casos con prevención y tratamiento, incluso llegar a evitar que enferme.
Con el segundo, se proporciona bienestar emocional al paciente, que se siente atendido porque lo interrogó, revisó, tocó. Considera que así se arriba a más del 90 % de los diagnósticos y acota: “Los análisis complementarios, bien lo indica su nombre, apoyan el diagnóstico que usted está haciendo. El médico tiene que tratar bien a las personas”.
Tales prácticas, en las que insiste a sus estudiantes, son vitales en estos tiempos en que las carencias son notables también dentro de las instituciones de salud, “pero no se puede virar para la casa a un enfermo que llegue al cuerpo de guardia a las tres de la madrugada. Hay que estudiarlo, examinarlo, transmitirle serenidad, buscar alternativas y para eso hay que prepararse.
“Cuando el estudiante o el médico recién graduado es ubicado en el municipio, nos encargamos de hacerle una recapitulación, tienen que conocer los programas, y volvemos sobre lo más importante de cada una de las especialidades, para que dispongan de una base más sólida”.
Retribuye a sus educandos la exigencia con que fue formado: “Conmigo lo fueron y agradezco eternamente a mis profesores porque lo que he conseguido, lo que yo sé, se lo debo a ellos, por su rigurosidad. A la sala hay que llegar temprano y predico con el ejemplo”.
No cree en el fatalismo geográfico, ni mucho menos en que el talento sea algo perdido para los más jóvenes, resalta que cuenta con alumnos muy buenos, incluso brillantes, y precisa que si tienen interés y el profesor sabe conducirlos, guiarlos, no tendrán problemas en su formación, no importa si es en San Luis o en La Habana.
A partir de su experiencia personal, que comenzó a cursar la carrera sin una vocación bien definida, asegura no juzgar a ningún estudiante; porque considera que pueden venir desprovistos de esa fuerte motivación y sin el adecuado nivel académico recibido en las enseñanzas secundaria y preuniversitaria; sin embargo, una vez que empiezan con la Medicina, “si les gusta, si los enamora, y tienen un buen profesor, de seguro serán buenos médicos. Es muy probable que el muchacho termine sintiendo un amor inmenso por la profesión”.
El héroe
La modestia, sencillez, generosidad y afabilidad que hacen de Padilla un doctor querido y respetado por los pacientes y familiares en el municipio de San Luis y un poco más allá, afloran al hablar de su condición de Hé- roe del Trabajo de la Repú- blica de Cuba: “Este Título no es mío, es de mi esposa, de mis hijos, de mi familia, que son quienes me han apoyado toda la vida para que tenga estos resultados”.
Explica que cuando uno se dedica a trabajar a cualquier hora, sacrifica mucho tiempo a los suyos, durante 40 años cada minuto de desvelo, estudio o labor se ha sentido acompañado por ellos “con comprensión, sin reprochar jamás”.
Sentir que es un reconocimiento colectivo no resta alegría por recibirlo, menos para alguien que atesora en una maleta cada uno de los sellos, medallas y diplomas que le han entregado y es que cada fragmento de tela, metal o papel es un recuerdo de la consagración y entrega.
Tuvo palabras de elogio para el quehacer del sindicato, que visibiliza ante el colectivo el mérito individual, y sus representantes fueron quienes a lo largo de los años, con su constancia y actuar oportuno, abrieron el camino para ostentar hoy el Título, que se hizo acompañar de numerosas muestras de cariño, en primer lugar, de sus coterráneos, y desde otros lares: “Hasta de Nicaragua, donde cumplí misión internacionalista, enviaron sus felicitaciones por las redes sociales, y ese es el mayor regalo.
“Uno tiene que tratar de ser una persona integral. En el trabajo, en la cuadra, en las relaciones sociales, trabajar y hacer las cosas bien”.
Entre las preocupaciones de este hombre está la migración de profesionales del sector hacia otros con mejor retribución económica: “Es muy doloroso, ojalá algún día tengamos todos nuestros problemas resueltos, estoy seguro de que muchos regresarían”.
El sanluiseño
Oriundo de Las Cruces, lleva a San Luis en el alma y trabaja para los pobladores de ese municipio tabacalero que lo honra con algo que no cabe en las distinciones: el cariño; al que él retribuye no solo con afecto, sino con superación y consagración constantes, para ser parte del bienestar de sus conciudadanos.
Desde la autoridad que le confiere su magisterio aconseja a los médicos en formación que brinden siempre amor, que atiendan bien a todos, a los familiares de los enfermos, a la hora y en el contexto que sea, “es lo que más agradecen”.
Con su obrar cotidiano cumple con una de las reglas no escritas de la Medicina, y es que no basta con ser un buen médico, hay que ser un médico bueno; su ejemplaridad no está contenida en un diploma y mucho menos en papeles, sino en la constancia de alguien que dice que lo único que ha hecho en su vida es “trabajar, trabajar y trabajar”.
En cuanto a lo que a él le queda por ofrecer, no hay dudas y lo ejemplifica con Alberto Hernández Cañero, eminente cardiólogo —especialidad que quiso, pero no ofertaron plazas en su año—, “vi un video del doctor, director del Instituto de Cirugía Cardiovascular en La Habana, cuando cumplía 97 años entrando con un bastoncito con bata y corbata al hospital. Y le dije a mi esposa: Mira, ahí voy yo, seré igual. Mientras tenga vida y posibilidades seguiré dándolo todo por la salud”.
Y los que se benefician de esa entrega y vocación esperan que por muchos años más le acompañen la lucidez, jovialidad y sabiduría a Padilla; el hombre que quiso ser arquitecto o ingeniero, pero quizás no hubiese edificado la obra que hoy se le reconoce y lo convierten en un altar al que se tributa agradecimiento
Acerca del autor
Licenciada en Periodismo (1995 Universidad de Oriente). Trabajó como periodista en Tele Cristal (Holguín) hasta marzo del 2003, directora y guionista de televisión.
Periodista del semanario Guerrillero (Pinar del Río) desde mayo del 2003 hasta la actualidad, corresponsal del semanario Trabajadores en esa provincia desde septiembre del 2020.
Creadora audiovisual y cinematográfica independiente.

