Pedro Péglez (La Habana, 1945) es un poeta de proverbial sencillez, un hombre que ha armado su obra lejos de las algarabías, ajeno a los aspavientos, con la paciencia de quien sabe que la poesía verdadera no necesita estridencias. Esa sobriedad ha sido uno de sus mayores méritos, y también una de las razones por las cuales su creación se sostiene con tanta solidez: ha sido edificada desde la honestidad y el rigor, sin más ambición que la de cumplir con el esencial acto de la creación.

Pero todos los conocedores de la poesía cubana saben que Péglez es un referente indiscutible, particularmente en el universo de la décima. Su nombre está asociado de forma luminosa a una forma estrófica (a la vez, un auténtico movimiento creativo) que, en su talento y sensibilidad, ha alcanzado innegables alturas de belleza, profundidad y autenticidad. Es imposible hablar de la décima contemporánea sin mencionarlo, no solo por lo que ha escrito, sino por lo que ha promovido, por la manera en que ha contribuido a que otros también encuentren su voz en esos diez versos.
Es un poeta raigal, con una fuerte vocación comunicativa. La claridad y contundencia de sus imágenes, el dominio del lenguaje, la coherencia de su pensamiento… todo converge en una obra de profundo humanismo. Sus poemas son ventanas al alma, a sus luces y sombras, a su dignidad y sus quebrantos. Hay en su poesía una constante indagación en el ser, en su complejidad, en su poderosa fragilidad. Y hay también una sostenida voluntad de diálogo con los contextos, con las tensiones del presente, con la historia y la vida.
Aunque ha sido un pilar en la promoción de la décima y tiene una presencia habitual en certámenes vinculados a la cultura campesina, Pedro Péglez es, en esencia, un poeta cosmopolita. No se encierra en una sola forma, ni en un solo mundo temático. Su obra transita por diversas métricas, asume variados registros, y se expande con soltura por temas que van desde lo íntimo hasta lo social, desde lo filosófico hasta lo cotidiano. Su mirada no tiene fronteras, porque entiende que la poesía es, ante todo, una forma de libertad.
A su labor poética se suma una trayectoria periodística constante. Ha integrado equipos como el de Pionero y, desde hace décadas, el de este periódico Trabajadores, en el que se desempeña ahora mismo como jefe de redacción. Su textos sobre literatura y autores, sus prólogos, artículos y reseñas son ejemplos de conocimiento profundo y de una notable elegancia expresiva.
Es también un dibujante de talento. Quienes fueron niños en décadas pasadas recuerdan las historietas del mago Ahmed, personaje que creó con línea fina y sugerente. Su incursión en el mundo del cómic constituye otra manifestación de su vocación artística: la de narrar, conmover, sugerir… también desde la imagen. Péglez es, en definitiva, un creador integral.
Hombre coherente, ajeno a ciertas vanidades del mundo literario, ha levantado un sólido muro de poemas. Esa es, acaso, la mejor metáfora para definirlo: su poesía es fuerte, franca, despojada de adornos innecesarios, cargada de sentido. Cada verso suyo parece fruto de una deliberación profunda, de un respeto reverencial por la palabra.
Pedro Péglez cumple 80 años en luminosa plenitud creativa. Sigue escribiendo, animando espacios, comentando libros, participando en debates, ofreciendo su sabiduría con entusiasmo. Porque su apuesta vital ha sido siempre la de dar, más que recibir. Es un hombre generoso, cabal, que ha sabido conjugar la excelencia con la humildad, y que ha hecho de su vida una entrega constante a la poesía, la cultura… y la verdad.






