En el entramado de las relaciones laborales, la conexión entre los dirigentes sindicales, sus estructuras, y los directores de empresas o instituciones no es solo un protocolo administrativo, sino un pilar para el cumplimiento de los derechos laborales y el desarrollo económico.
En Cuba, donde la protección al trabajador es un principio constitucional, esta relación debe ser proactiva, transparente y basada en conversaciones constantes, más allá de las reuniones formales.

Se trata diálogo, no monólogo.
Los sindicatos no pueden limitarse a ser transmisores de quejas ni los directivos a ser emisores de órdenes.
Es por eso que las condiciones laborales, la seguridad, horarios, salarios, el cumplimiento del Código de Trabajo y la inclusión de los trabajadores en decisiones estratégicas, deben ser temas sobre la mesa, sin medias tintas ni temores.
Muchas de las situaciones que presentan los colectivos se discuten solo a nivel de pasillo, a veces, incluso, con susurros o comentarios malintencionados. Nada peor que dejar correr una de esas “bolas” para que el daño sea en ambas direcciones e irreversible.
Por otro lado está el tema del control, el que se se ha dispuesto sea de conjunto y no como una fiscalización aislada. El sindicato debe ser co-partícipe en la supervisión de normas de seguridad, pagos de salarios y estimulación, atención a las necesidades individuales, entre otros.
Disímiles ejemplos a lo largo y ancho del país demuestran que, cuando la dirección y el sindicato auditan juntos los procesos, se reducen las irregularidades y se benefician todos.
De aquí se desprenden razonamientos secundarios: no basta con exigir derechos, hay que conocerlos.
Una propuesta permanente del dirigente sindical a la dirección de la entidad debe ser la realización de reuniones o talleres donde estos expliquen los desafíos económicos o las causas de incumplimientos del objeto social a fin de encontrar soluciones de una a otra orilla.
Las capacitaciones sindicales sobre leyes laborales, en las que intervengan especialistas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social u otras instituciones afines, son otro modo de respaldar los derechos de los trabajadores.
Podemos concluir que, bajo el estandarte de la alianza crítica, la relación sindicato-dirección debe ser siempre de unidad y nunca de subordinación.
Solo con confianza, transparencia y acción conjunta se garantizará que los centros laborales cubanos puedan avanzar más sin sacrificar los derechos de quienes las hacen posible.



