Armando Paz Pineda y Bárbara Sánchez Rodríguez, sin saber, dieron la rara oportunidad de ver una actuación real, de las que no se hacen para que el público las disfrute y los aplauda.
Ambos estaban en el centro recreativo Arcoiris de la ciudad de Santa Clara, donde contrataron sus servicios como payasos para la actividad de inicio de la temporada veraniega.
Tan concentrados estaban en sus asuntos que fue al concluir las discusiones cuando se dieron cuenta de que mi presencia entorpecería el escenario donde habían previsto actuar, por lo cual con marcada amabilidad pidieron que ocupara otra posición.
Como si fuera una continuación de la preparación del escenario, me explicaron dónde estarían los niños y en qué lugar ellos se convertirían en los payasos Dienteajo y Baby La Beba, para no solo entretener a los pequeños, sino también para hacerles llegar mensajes educativos como habían previsto.
Fue un buen comienzo de temporada estival gracias a esa presentación, pues de lo contrario todo hubiera sido carritos locos, monta de toro mecánico, el trencito y las habituales atracciones de ese centro recreativo donde también hay ofertas de gastronomía.
No solo disfrutaron los niños, sino que también los adultos, pues a las escenas donde participaron los pequeños, se unieron los mayores que reforzaron las ideas expuestas por los payasos sobre la higiene de los ríos, de las calles y criticaron finamente las indisciplinas sociales y la no recogida de desechos sólidos.
Gentilmente accedieron a ser reflejados en estas breves líneas y rieron pícaramente cuando les pedí permitirme escribir sobre el incidente en el cual la música grabada se interrumpió y tuvieron que improvisar.
Confesaron: Fue un falso contacto de algún cablecito del equipo, pero es lo mismo que pasa con los frecuentes apagones, ya eso no tenemos ni que prepararlo, pues estamos acostumbrados y nos sabemos de memoria lo que hay que hacer.
No hubo más tiempo para una entrevista periodística, aunque seguramente ambos hubieran accedido, pero este reportero no quiso abusar después de observar que recogían toda la utilería en una bolsa que se echaron a cuesta en camino hacia la carretera para seguir a pie o en alguna generosa botella que cada vez es más escasa.
En la despedida les comenté que ese momento fue el de mayor participación pues hasta los adultos cantaron, y tal vez estuvieron tentados de decir que al mal tiempo, buena cara, y que es lo que ellos hacen en medio de las durezas de la vida.
Quizás pensar en los varios kilómetros que separan ese centro recreativo de la ciudad, los hizo reanudar la marcha, saludar e invitar a una próxima presentación.
A lo mejor nos volveremos a encontrar, pero si no, estarán presentes cada vez que vea en cualquier lugar de Cuba a un trabajador ocupado en atender a los vacacionistas.