El presidente colombiano Gustavo Petro firmó el pasado miércoles 25 de junio la reforma laboral impulsada por su gobierno, en la Quinta de Bolívar, Bogotá, ante la presencia de sindicalistas, trabajadores, aprendices del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y miembros de su gabinete.
La aprobación de la reforma tardó más de dos años y puso a prueba la capacidad de negociación del primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia. «Firmo ante Bolívar y el pueblo trabajador, la ley de Reforma Laboral», escribió el mandatario en la red social X, sosteniendo el documento que promete transformar las condiciones laborales de millones de colombianos.
La reforma naufragó por primera vez en junio de 2023, cuando la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes la archivó sin permitir un debate serio. El Gobierno, decidido a no rendirse, presentó ajustes, sacrificando algunos derechos sindicales para hacerla más viable.
En marzo de 2025, el proyecto volvió a hundirse en el Senado, donde la oposición lo rechazó sin discutirlo. Ante esto Petro optó por una medida audaz: el 11 de junio firmó un decreto para convocar una consulta popular con 12 preguntas claves sobre la reforma, saltándose el aval del Congreso.
La oposición tachó el decreto de inconstitucional, mientras miles de ciudadanos salieron a las calles en apoyo a la reforma. El Consejo de Estado suspendió temporalmente la consulta el 18 de junio, argumentando que requería aprobación legislativa. Paradójicamente, este revés judicial aceleró la aprobación de la reforma.
Bajo presión social y con la sombra del referéndum aún presente, el Senado dio un giro sorpresivo y aprobó el texto el 17 de junio con 57 votos a favor y 31 en contra. Tres días después se completó la conciliación entre Cámara y Senado.
La ley marca un cambio profundo en el modelo laboral colombiano, revirtiendo políticas flexibilizadoras implementadas durante el mandato de Álvaro Uribe.
Uno de los cambios más significativos es el ajuste en horarios y salarios: la jornada nocturna ahora comenzará a las 7:00 p.m. en lugar de las 9:00 p.m., con dos horas adicionales pagadas con un recargo del 35 por ciento. Además, el pago por trabajar domingos y días festivos aumentará gradualmente: 80 % en 2025, 90 % en el 2026 y 100 % en el 2027, un avance clave en un país con 18 festivos anuales.
En estabilidad laboral la reforma establece que los contratos a término fijo no podrán superar cuatro años consecutivos. Pasado ese plazo, la relación se convierte en indefinida, y cierra vacíos legales que permitían a empresas mantener trabajadores sin beneficios permanentes por décadas.
Uno de los aspectos más celebrados es la inclusión de sectores marginados. Los aprendices del SENA, cerca de 8 millones de jóvenes anuales, dejarán de tener contratos «formativos» y serán reconocidos como trabajadores con todos los derechos, incluido el salario (75 % del mínimo en fase teórica y 100 % en práctica), prestaciones sociales y seguridad social. El mandatario comentó que la Ley permite ayudar a 310 mil jóvenes.
Los repartidores por su parte también ven reconocidos sus derechos: las empresas deberán garantizarles seguridad social (con el 60 % pagado por la empresa), un auxilio de conectividad de 200 mil pesos y protección contra abusos en los algoritmos de asignación de pedidos. Las empleadas domésticas tendrán jornadas máximas de ocho horas, pago de horas extras y recargos nocturnos cuando corresponda.
La reforma enfrenta críticas. Los gremios empresariales advierten que los costos laborales podrían aumentar entre un 6,8 % y un 35 %, dependiendo del sector, afectando especialmente a pymes y rubros con alta rotación en festivos.
Consciente de esto, Petro anunció un equipo especial de inspectores del Ministerio de Trabajo para vigilar el cumplimiento de la normativa. «Tenemos que garantizar que la ley se aplique «, dijo, llamando a los sindicatos a ejercer control social.
Más allá de su contenido, la reforma es un hito simbólico para el Gobierno de Petro y el movimiento obrero, materializando una promesa de campaña. El verdadero reto —convertir el texto en realidad— recién comienza.