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Antonio Maceo: la virtud de sus principios

 “El ideal de toda mi vida, al que he sacrificado mi juventud, por el que he derramado mi sangre, por el que he padecido las miserias de la inmigración, y por el que estoy dispuesto a morir, lo será siempre la independencia de Cuba”.

Tan breves palabras patentizan la dimensión de Antonio Maceo y Grajales, el humilde arriero nacido el 14 de junio de 1845, en Santiago de Cuba, quien a golpe de coraje alcanzó cada grado militar hasta llegar a Lugarteniente General del Ejército Libertador. El Generalísimo  Máximo Gómez lo catalogó como «la figura más excelsa de la revolución”.

 

Lugarteniente general Antoni Maceo Grajales (1845-1896)

 

Maceo, junto a otros compatriotas, estuvo entre los iniciadores de la lucha emancipadora en los campos de Cuba, aquella que encabezó  Carlos Manuel de Céspedes –el Padre de la Patria- el 10 de octubre de 1868.

No cursó estudios en academias sin embargo, combate tras combate fue acrecentando su genio como estratega al punto de enfrentar y aniquilar a experimentadas tropas enemigas, mejor equipadas y  entrenadas que las fuerzas mambisas.

El héroe de perfil legendario no solo trascendió el terreno militar. Cuando en 1878 algunos jefes insurrectos depusieron las armas tras aceptar la deshonrosa capitulación propuesta por España -el Pacto del Zanjón- luego de diez duros años de guerra libertadora,  Maceo  protagonizaba la Protesta de Baraguá, elocuente página de un proceso independentista que se negó a perecer.

“¿Qué ganaremos con una paz sin independencia, sin abolición total de la esclavitud, sin garantías para el cumplimiento por parte del  Estado Español?. –planteó entonces.

En sus comentarios a la carta que dirigiera al Capitán General de la Isla, Camilo Polavieja, publicados en El Yara, de Cayo Hueso, en junio de 1881, se refiere “a la independencia absoluta de Cuba no como un fin último, sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna, que son la obra que nos toca tener siempre a la vista sin atemorizarnos de ella”.

Acerca de inaceptables opiniones en Estados Unidos relacionadas con la autoridad de Máximo Gómez como jefe supremo del Ejercito Libertador, el Titán de Bronce le responde categórico al director del diario de esa nación The Star en enero de 1896: “(…) todo el ejército confía implícitamente en su patriotismo y en su habilidad militar”.

El General Antonio siempre tuvo fe en la capacidad revolucionaria de los cubanos y con profundo sentido político se opuso a las aspiraciones anexionistas en momentos en que algunos añoraban la participación del gobierno de la poderosa nación norteamericana en la guerra contra España.

Cuando supo que el Congreso de Estados Unidos había reconocido la lucha independentista de los mambises, Maceo dejó clara su posición al expresar: “No me parece cosa de tanta importancia el reconocimiento oficial de nuestra beligerancia, que a su logro hayamos de enderezar nuestras gestiones en el extranjero, ni tan provechosa al porvenir de Cuba la intervención americana” .

En el Titán de Bronce también habitó el ser humano que muchas veces, en el exilio o en la manigua, tuvo que sobreponerse al dolor o a la tristeza para estar donde el deber lo reclamara sin otra aspiración que la de contribuir a alcanzar la libertad de Cuba.

Al recordar su natalicio este 14 de junio recordamos la afirmación de José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba cuando refrendó: “Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”.

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