Cargando...Homenaje a Ernesto Che Guevara en el 97 aniversario de su natalicio.
En agosto de 1964 estaba previsto efectuar un acto en el Teatro Charles Chaplin (actual Carlos Marx), donde se haría entrega a más de 900 trabajadores de los certificados de Trabajo Comunista por haber laborado más de 240 horas en forma voluntaria. Por petición del compañero Lázaro Peña, el acto se celebró, el 15 de agosto, a lleno completo, en el Teatro de la CTC.
Del entusiasmo indescriptible de aquellos obreros se ha referido Ángel Arcos Bergnes en su libro Evocando al Che. Allí el Guerrillero Heroico señaló el sincero orgullo del Ministerio de Industrias por haber estado a la cabeza en la profundización de la conciencia revolucionaria, por la vía del trabajo colectivo, del trabajo de naturaleza social y voluntaria, y realizó consideraciones sobre el trabajo en el socialismo.
Con el humor propio que le caracterizaba, el Che comentó «si ustedes me permiten les voy a ˈempujarˈ un pequeño versito». Luego subrayó que no era de su propia inspiración, que era un poema de un hombre desesperado, un poeta de de más de 80 años que había defendido la República Española y que desde entonces vivía en el exilio, en México. Se refería el poeta español León Felipe y a su libro El Ciervo.
Evidentemente emocionado leyó el Che: «Pero el hombre es un niño laborioso y estúpido que ha convertido el trabajo en una sudorosa jornada, convirtió el palo del tambor en una azada y en vez de tocar sobre la tierra una canción de júbilo, se puso a cavarla, quiero decir que nadie ha podido cavar al ritmo del sol y que nadie todavía ha cortado una espiga con amor y con gracia».
Seguidamente comenta la actitud de los derrotados, mundo que ha quedado afuera frente al trabajo; e insiste en que quiso citarles esas palabras «porque nosotros podíamos decirle hoy a ese gran poeta desesperado que viniera a Cuba, que viera como el hombre, después de pasar todas las etapas de la enajenación capitalista y después de considerarse una bestia de carga uncida al yugo del explotador, ha encontrado su ruta y ha encontrado El camino del fuego».
Seis días después del acto, el 21 de agosto, el Che le envía una carta al poeta, lo saluda «Maestro», le comenta que hace varios años, al tomar el poder de la Revolución, recibió su último libro «dedicado por usted», por lo que se infiere que existía una amistad entre el bardo y el guerrillero. Luego añade: «Nunca se lo agradecí, pero siempre lo tuve muy presente. Tal vez le interese saber que uno de los dos o tres libros que tengo en mi cabecera es El Ciervo; pocas veces puedo leerlo, porque todavía en Cuba dormir, dejar el tiempo sin llenar con algo o descansar, simplemente es un ˈpecado de lesa dirigenciaˈ».
Le cuenta entonces del acto con los trabajadores: «El otro día asistí a un acto de gran significación para mí. La sala estaba atestada de obreros entusiastas y había un clima de hombre nuevo en el ambiente. Me afloró una gota del poeta fracasado que llevo dentro y recurrí a usted, para polemizar a la distancia. Es mi homenaje; le ruego que así lo interprete». Al final de la epístola lo invita a la polémica: «Si se siente tentado por el desafío, la invitación vale», y se despide «Con sincera admiración y aprecio. Comandante Ernesto Che Guevara». Vale destacar como el médico guerrillero, quien también fue un hombre de vasta cultura, tenía entre sus libros de cabecera un volumen de poesía.
Acerca del autor
Dr. C. Ricardo Hodelín Tablada*
Médico e Investigador histórico. Doctor en Ciencias Médicas. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Neurocirujano del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Saturnino Lora”. Santiago de Cuba. Miembro de la Uneac, de la Unhic y de la Scjm.
