Los últimos capítulos de la telenovela Sábados de gloria (lunes, miércoles y viernes, Cubavisión) se regodearon en una sucesión de escenas que priorizaron la gratificación emocional de los personajes —y quizás del público—, en lugar de aportar nuevos giros sustanciales. Una vez resueltos los conflictos principales, el argumento se dilató, como si en lugar de resolver contundentemente las líneas argumentales, interesara cumplir con una cuota determinada de capítulos.

Pero esa no fue la tónica de la propuesta. La telenovela desarrolló con eficacia y equilibrio una amplia gama de conflictos, sin perder el hilo del drama central. Las relaciones de pareja, los lazos familiares, el valor de la amistad, la violencia de género, el abuso infantil, los dilemas laborales y el mundo emocional de los adultos mayores fueron abordados con notable amplitud y sensibilidad. No se trató solo de acumular temas: hubo un intento sincero por dotarlos de sustancia. Y se consiguió en buena medida.
Una de las fortalezas de esta producción fue precisamente la mesura con la que enfrentó cuestiones complejas, sin caer en el didactismo ni en la moralina. Incluso el abordaje de temas polémicos, como el poliamor, se propuso como posibilidad, no como provocación ni como imposición de norma emergente.
Desde hace algún tiempo, las telenovelas cubanas están abordando zonas antes vedadas, o subestimadas, del entramado social, familiar y emocional de sus personajes. Y Sábados de gloria se inscribió en esa tendencia, con una mirada dialogante que no rehuyó las contradicciones.
Aun así, hubo líneas argumentales que no alcanzaron el desarrollo esperado: el núcleo de los estafadores, por ejemplo, se insinuó con fuerza, pero su resolución se diluyó. En contraste, las tramas vinculadas al asesinato de la mujer y al fotógrafo abusador tuvieron un peso dramático superior y un tratamiento más enfático.
El guion evitó la construcción de personajes unidimensionales: la trampa del arquetipo. Los protagonistas y antagonistas fueron, en su mayoría, seres matizados, contradictorios, identificables. La evolución de los caracteres acompañó el fluir de los conflictos, y las confrontaciones fueron, en general, creíbles. Todo ello resultó potenciado por un elenco solvente, con actuaciones que respondieron a un patrón interpretativo riguroso.
En cuanto a la factura técnica, persisten irregularidades que todavía lastran las producciones televisivas cubanas. Si bien el conjunto fue funcional, no se evidencian estándares de calidad sólidos en aspectos como iluminación, sonido, y en alguna medida, en la fotografía. La musicalización resultó insuficiente en pasajes claves, donde se echó de menos mayor intención dramática y subrayado emocional.
Con todo, Sábados de gloria dejó una impresión positiva. Su eje argumental —la relación entre tres amigas con historias de vida que se entrecruzaban y se sostenían— sirvió de base para una estructura coherente y eficaz. Supo combinar conflictos íntimos y sociales, actualidad y tradición, sin perder su vocación de entretenimiento ni su compromiso con una mirada incisiva. El listón ha quedado alto.




No he leído el escrito de este periódico, pero en mi opinión creo que se trataron temas muy escabrosos en nuestra sociedad a pesar del Código de Familia aprobado en nuestro país, como escenas besándose mujeres y también hombres, para colmo anunciar el matrimonio entre dos mujeres, el colmo fue televisar la aprobación de realizar un trio, una mujer y dos hombres, señores como quieran ponerlo eso es una depravación, y para colmo televisarlo, todo eso existe y existió en Cuba, pero por qué ponerlo en televisión, en cualquier momento pondrán por televisión haciendo el amor en vivo de parejas no importa que género, la diosingracia del cubano no acepta esas cosas, por qué forzarlas. Las novelas son para despejar, no para seguir viendo problemas y más problemas, creo que bastante tenemos que sufrir a diario.