La vida está repleta de retos y no solamente de los que nacen del día a día. Hablo de esos cuyas peores esencias inundaron la pluralidad, ahogaron el no se puede. Ante esa triste sinfonía es necesario levantarse como un monumento que rete a lo absurdo e impulse lo sublime.

Las mujeres que practican el boxeo en Cuba ejemplifican lo anterior. Su pasión no es de consuelo. Es de ser y crecer. De defender una valentía esencial. De no huir cuando algunas cosas arden. Ellas merecen el mayor respeto y el más grandioso aplauso. Su recompensa la abonan a diario con la fe y los deseos que labran sus puños.

