
HACER UN periódico, en papel o en su versión digital, es hoy un acto de entrega, de voluntad, de fe… En tiempos en los que para muchos el periodismo tradicional parece mero vestigio, la persistencia de este empeño resulta casi quijotesca. No es nostalgia lo que anima a quienes día tras día lo hacen posible, sino la certeza de que contar lo que pasa, analizarlo con rigor y ética, sigue siendo indispensable. Como recordaba Gabriel García Márquez, las viejas redacciones eran auténticas escuelas del mejor oficio del mundo, y aunque las herramientas han cambiado en alguna medida, ese espíritu de búsqueda, de ejercicio colectivo y apasionado, permanece.
José Martí, que no concebía la vida sin compromiso, veía en el periódico una obra magna. Sabía que el periodismo no era una tarea menor ni efímera: era un ejercicio de responsabilidad con su tiempo, con su gente. Quienes hoy lo ejercen con sentido de deber, heredando ese legado, asumen cada edición como un acto de construcción, como un espacio para articular sentidos, visibilizar esfuerzos, convocar a la participación y contribuir al bien común. Un periódico no es solo un medio: es también una mirada, una postura.
En un mundo donde se exacerban los relatos individuales y se multiplican los canales en los que cada quien puede emitir opiniones o datos, el periódico —el verdadero— sigue apelando al consenso, a la verificación, a la responsabilidad profesional. No se trata de imponer verdades absolutas, sino de ofrecer una visión plural y razonada. Esa es su fuerza y su diferencia. Es una plataforma donde cabe la diversidad de voces y también un sentido claro de nación, de proyecto, de propósito.
Hacer un periódico es casi una aventura romántica. Esperar que llegue la publicación impresa, pasar las páginas y ver concretado el trabajo de días, es todavía una emoción para muchos periodistas. La “maquinaria” que lo hace posible—desde los consejos de redacción, la escritura de los textos, el trabajo fotográfico, la corrección, el diseño, la edición, la impresión— es un engranaje entrañable. Es esfuerzo, es oficio, es arte.
Trabajadores, con 55 años de existencia, asume el desafío con su versión digital diaria y su edición impresa semanal. Creemos en la funcionalidad de esos formatos, en su capacidad de informar, movilizar y acompañar. Sabemos que nuestros lectores no integran un grupo homogéneo. Pretendemos ser voz del pueblo trabajador cubano, de todos los sectores que día tras día contribuyen al proyecto de país.
La brújula de Trabajadores es su ética, su vocación de servicio, su fidelidad a los principios que le dieron origen. Es un ejercicio de resistencia, igualmente de esperanza. Celebrar 55 años no es un acto formal: es reafirmar una osadía. La de seguir creyendo en el periódico como acto de amor. Lo hacemos con la energía de nuestros fundadores, con la creatividad de nuevas generaciones, con el deseo constante de que cada edición sea más útil, más cercana, más profunda. Porque estamos convencidos de que continúa siendo el mejor oficio del mundo. Y que hacerlo bien es también una forma de defender los sueños compartidos.








