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Símbolos

La sonrisa feliz por el deber cumplido, la medalla dorada en el pecho, la humildad para hablar de sí mismo, el abrazo del Presidente, de su familia y de sus compañeros, la mirada fija en que esos minutos no son la meta, sino otro punto de partida. Son imágenes que pudieran describir a los Hé­roes y Heroínas del Trabajo de la República de Cuba, expre­siones reales del hombre nue­vo que un día avizorara el Che.

Foto: Alejandro Acosta Echavarría

Esta vez fueron Julia, Ro­lando, Thamara, Teresa, Juan Daniel, Miozotis, Francisca, Alejandro, María; dos Ángel, Alberto y Juan Israel (este último post mortem); pero lo importante no son ni siquiera sus nombres en el diploma ni el estímulo material que les corresponde. Lo trascendente es el ejemplo. Lo imprescin­dible es que al día siguiente volvieron a sus centros de tra­bajo como uno más, sin poses de condecorados, solo con la fuerza de aportar e irradiar luz.

¿De qué están hechos estos héroes?, preguntó una voz nueva en la ceremonia de entrega, como hurgando en una dimensión fuera de lo humano. “De una capacidad moral que les permite pasar por encima del cansancio fí­sico; de una fe inconmovible en su país, aunque hoy la si­tuación económica sea ten­sa; y de una sencillez pocas veces narrada a partir del su­dor, los obstáculos y las ma­las noches en más de 30, 40 o 50 años de trabajo”, respon­dió uno de los familiares que presenciaba el homenaje.

Sucedió entonces la me­jor lección de la jornada, el Ángel mayor, a punto de cum­plir 96 años y técnico auxiliar en Recursos Hidráulicos, del Complejo Sur Hanabanilla, to­davía en activo, dio dos pasos al frente y saludó efusivamen­te al villaclareño cercano. No hubo diálogo de Presidente a Héroe, sino de amigo a amigo. La emoción jugó su estocada maestra para ambos.

Y el periodista pudo así titular Símbolos a estas lí­neas, convencido de que toda la gloria del mundo iba en esa sonrisa, la de ser un cubano agradecido con la Revolución que lo educó en el amor al tra­bajo, en la pasión por la vida.

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