Habría que superar cierta percepción reduccionista de que el sindicato está únicamente para la cotización, organizar matutinos, entregar medallas o celebrar cumpleaños colectivos. No hay que engañarse: así lo asumen algunos trabajadores, para los que las estructuras sindicales son puro ornamento.
En el ámbito de la creación artística (que es trabajo, por más que haya quien lo considere solo pasatiempo o regocijo del espíritu), el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC) tiene que ser voz y representación legítima de sus afiliados. Debe y puede acompañar, proteger y movilizar a los colectivos y a los creadores en función de sus derechos y deberes… pero también (y no es competencia menor) de sus aportes al proyecto cultural de la nación.
Se imponen responsabilidades obvias: velar por condiciones laborales justas; fomentar el respeto profesional; consolidar ambientes en los que se valore el trabajo cultural en toda su dimensión… Para eso se precisa de un compromiso real de las estructuras de base. Y conciencia por parte de los entes decisores de la naturaleza de la organización. El sindicato no es simplemente la “comisión de embullo”.
La asamblea de afiliados es un espacio esencial para que los trabajadores expresen con sinceridad, con espíritu crítico y capacidad de diálogo todos los problemas del ejercicio cotidiano. El sindicato escucha, propone y exige con argumentos, no con consignas vacías.
El Convenio Colectivo de Trabajo, tantas veces archivado y relegado, es un documento crucial. Constituye garantía moral y legal, hoja de ruta. Tiene que actualizarse cada vez que sea necesario. Todos tendrían que tenerlo presente en las discusiones puntuales o estratégicas sobre las relaciones laborales, las condiciones contractuales y la protección de los intereses comunes.
Y el sindicato es más: no hay debate cultural, ni siquiera en los procesos explícitamente artísticos, que le sea ajeno: las dinámicas de la creación, la ética profesional, la promoción del arte, la formación de públicos, los desafíos de la enseñanza, el acceso a todas las manifestaciones…
El trabajo con otras organizaciones que agrupan a los trabajadores (Uneac, Upec, AHS…) consolida un entramado funcional y simbólico en la búsqueda permanente de consensos.
La política cultural no es una entelequia: hay que asumirla como plataforma y camino. El SNTC la integra como ente activo, sustantivo. Agrupa a los que trabajan en la cultura, por la cultura. Y la cultura —se ha dicho muchas veces— es el sostén espiritual de la nación.

