El primero de mayo de 2000, Fidel condensó en palabras sencillas, pero profundas, el alma de la Revolución Cubana. Su definición no fue un simple listado de principios, sino un llamado a la acción permanente, a la resistencia ante las adversidades y a la lealtad con los humildes.

Más que un concepto se convirtió también en un programa de lucha, un código ético y una brújula para el pueblo cubano, especialmente para los trabajadores, protagonistas indiscutibles de la obra revolucionaria.
No era un discurso más: era al decir de muchos, la síntesis programática de seis décadas de lucha, expresada en líneas que hoy se estudian como código ético de la nación.
Fidel expresó aquel día: «Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado…», una sentencia que, en su esencia, reconoce el papel activo de las masas trabajadoras en la construcción y defensa de la sociedad socialista.
Por tanto, no era una idea abstracta, sino un llamado a la acción consciente, a la participación diaria en la batalla por la justicia y la soberanía.
Para los trabajadores cubanos, este concepto fue y sigue siendo un compromiso. Ellos han sido los pilares de la economía, los guardianes de las conquistas sociales y los primeros en resistir ante cada desafío, desde el Período Especial hasta el recrudecimiento del bloqueo estadounidense.
Los trabajadores: Corazón de la Revolución
Fidel siempre confió en la clase obrera y así también en el campesinado cubano. En su discurso, destacó la importancia de la unidad, la dignidad y el antimperialismo, principios que han guiado a los sindicatos, a las brigadas productivas y a los innovadores en cada fábrica, campo o centro de servicios.
Por eso el Primero de Mayo no es solo una fecha simbólica; es la reafirmación de que, como dijo Fidel, «Revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos». La clase obrera cubana ha encarnado este mandato de manera consciente: en su labor honesta, en su resistencia ante las adversidades y en su lealtad a un proyecto que defiende, ante todo, a los humildes, por los humildes y para los humildes.
Vigencia en el presente
Hoy, en medio de un escenario económico complejo y una guerra mediática sin precedentes, el concepto de Revolución sigue siendo arma y escudo.
Los trabajadores, a lo largo y ancho de la geografía, desde sus puestos, demuestran que la Revolución se hace todos los días en la producción de alimentos, frente a las carencias; en la innovación, ante las limitaciones tecnológicas y en la defensa de la Patria, frente a las agresiones externas.
Fidel les entregó a ellos—a los obreros, campesinos, maestros, científicos—la responsabilidad de ser la vanguardia permanente. Y su confianza no ha sido en vano.
Ello valida que el concepto de Revolución no es un documento archivado: es programa y brújula. Los trabajadores cubanos, herederos de esta doctrina, tienen el deber de aplicarla en sus centros laborales, sindicatos y comunidades.
Al decir de nuestro máximo líder es «luchar por nuestros sueños de justicia”, y ese sueño sigue vivo en cada esfuerzo colectivo.



