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José Carlos frente al mismo acertijo

Casi 2 mil kilómetros separan a José Carlos Sánchez Fernández de su pueblito natal. Es el rigor de una profesión que adora lo que lo sos­tiene en México, lejos de Artemisa, la ciudad en la que hace 37 años honra la especialidad de la cual se graduó, Gastroenterología.

En su consulta labora en horario vespertino hasta las 10 de la 1-noche, de lunes a viernes. Fotos: Cortesía del Entrevistado

En el Hospital General de Tlaxcala Licenciado Anselmo Cervantes Hernández cumple misión internacionalista, no sin antes tener en su alma y expediente laboral las huellas de otras veces que en Guatemala, Angola, República Bolivariana de Venezuela, ha tratado a los más pobres de la tierra.

¿Cómo no tener esa pasión, si las más longevas imágenes uniformado con batas blancas de Jose, el gastroenterólogo, forman parte del primer Contingente de Ciencias Médicas creado en Cuba con el nombre del ilustre Carlos Juan Finlay?

Recuerda que Fidel lo inauguró el 12 de marzo de 1982, y poco después su curso forma parte de ese aguerrido colectivo, momento inolvidable, al igual que sus primeras consultas como Especialista en Medicina General e Integral, sobre todo al cumplir su servicio social en el Plan Turquino, de la lejana provincia de Guantánamo.

“Fue en un consultorio del médico de la familia, en la atención primaria de salud, donde me motive a estudiar la especialidad de Gastroenterología, al ser común los padecimientos relacionados e interesarme los procederes endoscópicos. En 1999 colgué ese otro título en mi pared y estará hasta mis últimos días”, cuenta.

Jose, junto al doctor Santiago Badía González, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud, al partir para México.

En el Hospital General Licenciado Ansel­mo Cervantes Hernández, de Tlaxcala, cumple misión internacionalista, no sin antes tener en su alma y en el expediente laboral otras en Guatemala, Bolivia, Angola y República Boli­variana de Venezuela.

¿Cómo no tener esa pasión, si las más anti­guas imágenes de Jose —como cariñosamente le dicen—, enfundado en su bata blanca forman parte del primer Contingente de Ciencias Mé­dicas creado en Cuba que lleva el nombre del ilustre Carlos Juan Finlay?

Recuerda que Fidel lo inauguró el 12 de marzo de 1982, y poco después su curso se integró a ese colectivo, momento inolvidable, al igual que sus primeras consultas como Es­pecialista en Medicina General e Integral, sobre todo al cumplir su servicio social en el Plan Turquino de la provincia de Guan­tánamo.

“Fue en un consultorio del médico de la fa­milia, en la atención primaria de salud, donde me motivé a estudiar Gastroenterología, por ser frecuentes allí los padecimientos relacio­nados con esta rama e interesarme por los pro­cederes endoscópicos. En 1999 colgué ese otro título en mi pared y estará hasta mis últimos días”, cuenta.

De dolencias comunes tanto en su patria como en tierras mexicanas nos comenta: “La hipertensión arterial, la diabetes, la úlcera péptica y la cirrosis hepática, son las más fre­cuentes; también muchos pacientes sufren en­fermedades asociadas al alcoholismo y otras como las renales crónicas.

“Sin embargo, en Angola atendí el palu­dismo y a pacientes con el virus de hepatitis B; en Guatemala mucho parasitismo intesti­nal y en Bolivia son constantes las secuelas de chagas, enfermedad infecciosa causada por un parásito protozoario”, especifica.

¿Se parecen los pacientes cubanos y los de otras latitudes? Su respuesta viene con Bue­na Fe: “No habrá mejor verso que la letra de Valientes, en el CD Carnal: Somos la misma humanidad, todos frente al mismo acertijo.

“La muerte de un paciente es el peor de los momentos para un médico que lo ha atendido o para otro personal de la salud. Si es un niño o alguien joven se sufre más, aunque haya causas visibles. Explicar a la familia no tiene compa­ración entre nostalgias y sinsabores”, expresa.

Jose, el gastroenterólogo, igualmente ha sido parte del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de De­sastres y Graves Epidemias Henry Reeve y ha dejado huellas de su trabajo en el Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez Landín, de Holguín.

Él no podrá desfilar con sus colegas del Hospital General Docente Comandante Ciro Redondo García, de Artemisa, este Primero de Mayo. Mas entre volcanes, flores exóticas e impresionantes iglesias y pirámides, junto a sus actuales pacientes, sabe cómo —a 2 mil ki­lómetros de distancia de su patria— defender en otras tierras con su ejemplo la hidalguía de la medicina cubana, esa que quiso resumir en una décima:

Una sombra que se cierne / sobre el desti­no del mundo, / y cala lo más profundo / de lo que en vida concierne. / No es que el camino me interne / en este trance inseguro, / entre­go de mí, lo puro / que lleva esta profesión, / reparto desde la acción / toda mi luz en lo oscuro.

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