Recientemente, a propósito de la guerra de aranceles desatada por EE. UU. contra China, un analista del Financial Times comentó que los estadounidenses quieren llevar zapatillas Nike, no hacerlas, y aunque se vieran obligados a fabricarlas no estarían preparados “porque carecen de la cualificación y actitud necesarias”.
Esa diferencia, esencialmente cultural, fue denunciada también por un influencer chino, quien reconoció que en los últimos 40 años la relación comercial han sido ventajosa para ambos países. La asimetría ha estado en qué hizo cada parte con la riqueza generada: la oligarquía de la potencia americana se la gastó en lujos, mientras el Estado chino invertía en el desarrollo del país.
Si Estados Unidos quiere ir en la dirección de excluirse de nuestro mercado, no vamos a preocuparnos, explicó el abogado y exdiplomático chino Víctor Gao. China ha estado aquí 5 mil años, la mayor parte del tiempo no había EE. UU. y sobrevivimos. Esperamos hacerlo por otros 5 mil años más.
¿Patadas de ahogado?
La Administración General de Aduanas del gigante asiático publicó que durante los tres primeros meses del 2025 el valor denominado en yuanes de los intercambios comerciales con el resto del mundo aumentó 1,3 por ciento. Las exportaciones crecieron un 6,9 % frente al mismo período del año anterior, mientras que las importaciones se redujeron un 6 por ciento.
Otras fuentes aseguran que el intercambio comercial entre ambos países en el 2024 superó los 585 mil millones de dólares, con ventaja para China, que exportó casi 440 mil millones al mercado norteño e importó de allí 145 mil millones.
Ese comercio bilateral registró un alza del 4 % interanual en el primer trimestre de 2025. Sin embargo, numerosos expertos vaticinan que se reducirá significativamente como resultado de la política de Trump.
Tales cifras, y otras que hablan del rol de China en la economía global, respaldan el criterio de aquellos que ven el regreso de Trump como una clara expresión de la pérdida de la hegemonía estadounidense. Son las patadas de ahogado de una potencia que se resiste a dejar de serlo, aunque para ello deba recurrir a valores supremacistas antidemocráticos y a métodos trumposos para ejercer el poder.
Con su política arancelaria, el mandatario convirtió al mundo en un mercado donde el comprador nunca se siente seguro. En su opinión valió la pena, al menos eso ha dicho al reconocer que más de 75 países le han contactado para negociar nuevos acuerdos comerciales, lo cual le inspiró la “pausa arancelaria parcial” de 90 días anunciada el pasado 9 de abril.
La excepción ha sido China, que se plantó firme y avisó que no tiene prisa.
Made in China
El origen chino de gran parte de los artículos de uso cotidiano en EE. UU., incluida la gorra MAGA de Trump, adereza el pánico causado por la disputa arancelaria. Compañías como Temu y Shein, líderes del mercado en línea chino, han visto dispararse sus ventas en los primeros meses del año ante actitudes de acaparamiento adoptadas por compradores estadounidenses temerosos del incremento de precios.
Hasta el momento, China penaliza con tasas de hasta el 125 % a los productos de EE. UU.; mientras la nación asiática recibe aranceles irracionales del 245 por ciento. No obstante, el presidente Trump confía en que “algo muy beneficioso para ambos países” saldrá de la confrontación.
Dado que ya no existe ninguna posibilidad de que el mercado acepte el intercambio bilateral de productos, China no prestará atención alguna, señaló con serenidad un portavoz del Ministerio de Comercio chino.
En días recientes, autoridades estadounidenses dieron a conocer una dispensa arancelaria a los teléfonos celulares y otros artículos tecnológicos chinos; mientras evalúan qué hacer con el mercado de materias primas y en tierras raras controlado por Beijing y que ellos necesitan.
China, por su parte, anunció que sus tres aerolíneas más importantes, Air China, China Eastern Airlines y China Southern Airlines, han suspendido la compra de las 45, 53 y 81 aeronaves que, respectivamente, habían conveniado con Boeing hasta el 2027.
Estos son apenas algunos de los lances más recientes de una batalla de impredecibles consecuencias, algunas alertadas por el presidente Xi Jinping: “La guerra comercial desatada por EE. UU. erosionará el sistema de comercio internacional, la estabilidad del orden económico global y los intereses legítimos de todos los países del mundo, especialmente de los países en desarrollo”.