Los orígenes del territorio sudanés (Sudán, casi 52 millones de habitantes; y Sudán del Sur, más de 12 millones) remiten a la gloriosa Nubia, reino de la Antigüedad ubicado al noreste de África que prosperó a ambos lados del río Nilo.

Los nubios destacaron por su avanzada cultura. Hasta nuestros días han llegado unas 200 pirámides, más que de Egipto, que hablan de refinadas tradiciones funerarias, así como del dominio de complejas técnicas constructivas que les permitieron edificar estructuras de unos 30 metros de altura, ricas en inscripciones y bajos relieves.
Esta tierra es también de resistencia y resiliencia. Vale notar que una de sus míticas epopeyas inspiró en José Martí aquello de: “Pues decidle al tirano que en la Nubia/ Hay un héroe por veinte de sus lanzas” (*).
En tierras de Nubia prosperaron ciudades como la de Meroe, esplendorosa entre los siglos VIII a.C. y IV d.C, período en el que se convirtió en una de las capitales del reino de Kush y en centro político, económico y cultural.
Meroe es hoy uno de los tres sitios arqueológicos sudaneses declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es precisamente en su paisaje semidesértico donde se hayan las referidas pirámides, además de templos y otros vestigios de la cultura kushita que han sido sistemáticamente saqueados. Muchas de sus piezas pueden verse en museos de Egipto, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos y otros países.
Pero el signo que más ha marcado la región es la esclavitud, fenómeno que allí comenzó en la Antigüedad y persistió hasta hace apenas unos años.
Durante la trata transahariana (siglos VII al XIX), por ejemplo, millones de nativos fueron convertidos en esclavos y llevados al norte de África y al Medio Oriente; mientras que el tratado Baqt (**), pactado entre los gobernantes musulmanes de Egipto y el reino cristiano de Makuria, ubicado en Nubia, exigió la entrega anual de 360 esclavos sudaneses en forma de diezmo.
En tiempos recientes, durante la guerra del 1983 al 2005, la esclavitud volvió a resurgir, esta vez en forma de secuestros y trabajo forzoso.
Sudán se divide
La expansión islámica del siglo VII marcó la integración de Nubia al mundo árabe y fue entonces que Sudán comenzó a nacer.
Aquellas tierras, ambicionadas y ocupadas a lo largo de la historia por varios imperios, entre ellos el romano, otomano y británico, asimilaron valores y tradiciones diversas que en determinados contextos han resultado antagónicas. En general, la herencia musulmana se concentró al norte, mientras que al sur crecieron comunidades angloparlantes, devotas de la religión cristiana y de tradiciones británicas.
Reino Unido reconoció la independencia de Sudán en 1956, pero eso no trajo paz. En el territorio persistieron conflictos étnicos y religiosos que explican la manera violenta en que se gestó la nación.
Para mayor inri, esas tensiones han sido sistemáticamente azuzadas por potencias extranjeras que ambicionan la riqueza natural del territorio, sobre todo sus importantes reservas de oro, hierro, cobre, cromo, petróleo, así como los recursos hídricos y las tierras fértiles.
Luego de dos devastadoras guerras civiles (1955-1972 y 1983-2005), que dejaron millones de muertos y desplazados, se llegó a un acuerdo de paz que condujo a un referéndum de independencia en 2011 y a la fundación de la República de Sudán del Sur, el Estado más joven del mundo. Allí coexisten numerosos grupos étnicos como los dinka, nuer y shilluk y se hablan más de 60 idiomas.
Sudan del Sur vive en una aparente y frágil concordia; mientras su hermana mayor, Sudán, se desangra entre rivales fuertemente armados. Los combates, recrudecidos a partir de abril del 2023, han colocado a la nación al borde de un colapso humanitario. Organismos internacionales aseguran que allí se vive la peor crisis de refugiados de la historia, con 14 millones de desplazados, 24 mil muertos, 24 millones de personas con hambre aguda, y la devastación de buena parte del patrimonio ancestral que atesoraba el país.
No obstante, los pueblos africanos han dejado sobradas muestras de su capacidad para resistir y renacer. Por eso, a pesar de las malas noticias que sobre Sudán predominan hoy, vale regresar al Apóstol y recordar su advertencia: “Y el vil tirano que amenaza a Nubia/ Perdón y vida implorará a mis plantas!/ Y la gente cobarde que lo ayuda/ A nuestro esfuerzo gemirá espantada!”
(*) Fragmentos de Abdala, poema épico de José Martí publicado el 23/1/1869
(**) . El tratado de Baqt ha quedado como el más largo de la historia, se mantuvo activo 700 años, hasta el siglo XIX.