De la agricultura brota – y no por arte de magia- la base alimentaria de la sociedad. De lograrlo se ocupan hombres y mujeres cuyo esfuerzo de sol a sol hace posible que tengamos viandas, granos, hortalizas, frutales y cultivos no menos importante como el café y el tabaco, entre otros.
Por su naturaleza, por su impacto en la población, es un puntal vital en nuestro sistema económico. De igual manera, ofrece oportunidades de empleo en los campos y también en las ciudades a través de organopónicos, por solo citar un ejemplo.
Cabe agregar que también constituye una vía expedita para sustituir importaciones, impulsar las exportaciones tradicionales y generar nuevos renglones.
La batalla por la soberanía alimentaria –en la que aun queda mucho por hacer- toca directamente al sector cooperativo y campesino. No es otra cosa que colocar las producciones agrícolas y pecuarias en la mesa de los hogares cubanos y que a éstos lleguen de manera accesible, con buenos precios, ofertas y aseguren una alimentación sana y adecuada.
Lo anterior resulta sin dudas una cuestión de la más alta e inaplazable prioridad y de permanente convocatoria en tan decisiva actividad económica.