“No tenemos otra tierra”, dice indignada una de las habitantes de Massafer Yatta, la zona de 20 pequeñas aldeas en Cisjordania cuya destrucción fue documentada en el largometraje No other land.

“Esta es nuestra tierra, por eso sufrimos por ella”, añade con serena entereza a los directores del audiovisual estrenado en el 2024 que hasta hoy ha obtenido una decena de lauros internacionales, entre ellos, el Oscar al Mejor Documental Largo en la reciente edición de esos premios.
“Massafer Yatta aparece en mapas del siglo XIX”, afirma uno de los protagonistas del filme. Expertos confirman que, desde 1945, figura en documentos cartográficos británicos, aunque misteriosamente desapareció de los planos israelíes que lo han convertido en “tierra de nadie”.
La historia de este abuso, que no consigue erradicar el apego de los nativos por su espacio vital, es una alegoría de lo que ocurre en toda Palestina.
En noviembre de 1947 Naciones Unidas aprobó la creación, en tierras palestinas, de dos Estados, uno judío y otro árabe. Sobre esa base nació Israel el 14 de mayo de 1948. Desde entonces ha boicoteado la nación que debió ser su par.
Una reciente investigación realizada por el Centro Irlandés de Derechos Humanos, de la Universidad Nacional de Irlanda, confirma que “los sucesivos Gobiernos israelíes han promovido la búsqueda de una mayoría demográfica judía y la reducción y eliminación de los palestinos”.
En virtud de la Ley de Retorno (1950), cualquier judío, o descendiente, puede viajar a Israel y obtener la ciudadanía. Al mismo tiempo, el Estado sionista niega el derecho a regresar a los millones de refugiados palestinos, especialmente las víctimas de la Nakba (catástrofe), de 1948, y la Naksa (retroceso), consecuencia de la Guerra de los Seis Días, de 1967.
Durante todo este tiempo Israel ha impuesto un régimen de discriminación racial y apartheid, certifican expertos del Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, quienes estiman en más de 300 mil millones de dólares las pérdidas económicas ocasionadas a ese país entre 1948 y 2023 (antes de la guerra).
A la luz del Derecho Internacional, Israel es una “potencia ocupante”, con obligaciones y responsabilidades jurídicas que incumple de manera sostenida. En fecha tan temprana como 1967, el asesor jurídico del Ministerio de Asuntos Exteriores reconoció que las ambiciones anexionistas israelíes exigían dejar abiertas todas las opciones: “No debemos reconocer que nuestra condición en los territorios administrados es simplemente de una potencia ocupante”, escribió. Bajo ese principio crecieron asentamientos de colonos judíos en Cisjordania y en la Ribera Occidental, incluida Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza.
Luego de la Nakba, que desplazó forzosamente a más de 750 mil palestinos, Israel ha incursionado militarmente en varias ocasiones y estableció, entre otros horrores, un sistema de permisos para limitar la movilidad de la población y separar a las familias. A cada sublevación o protesta respondió con violencia extrema, mayor colonización, incursiones, bombardeos masivos y asesinatos de civiles.
“Los habitantes de Gaza siguieron muriendo en masa porque Israel utilizó la violencia extrema para reafirmar el control”, dijo Jehad Abusalim, director ejecutivo de The Jerusalem Fund; mientras Raz Segal, profesor adjunto en Estudios del Holocausto y Genocidio de la Universidad de Stockton (EE. UU.), declaró que el Estado sionista ha probado su intención genocida en tres acciones descritas por el Derecho Internacional: “Matar a miembros de un grupo; causar daños corporales o mentales graves; e infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida destinadas a provocar su destrucción física total o parcial”.
En ese contexto, agravado por la guerra iniciada el 7 de octubre del 2023, el mundo ha conmemorado este 30 de marzo el Día de la Tierra Palestina. La fecha recuerda la huelga general realizada allí ese día de 1967 en la que fueron asesinados 7 jóvenes palestinos. Para algunos, la protesta confirmó el creciente sentido de pertenencia de la comunidad árabe en Israel y el despertar de la conciencia política del pueblo palestino.
Este sábado Hamás divulgó un comunicado a propósito de la efeméride, en el cual reconoció que “no hay soberanía ni legitimidad para la ocupación” y que “la resistencia es el único camino para defender nuestra tierra y nuestros lugares sagrados, recuperar nuestros derechos legítimos y frustrar todos los planes de Israel”.

