Anacleto Bermúdez joven conspirador amigo de José Martí

Anacleto Bermúdez joven conspirador amigo de José Martí

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En homenaje a Anacleto Bermúdez y González de Piñera, por el 155 aniversario de su graduación como Bachiller en Artes y del inicio de su amistad con José Martí

 

Anacleto Bermúdez y González de Piñera nació en La Habana el 7 de junio de 1851. Fueron sus padres Esteban Bermúdez Pérez de Corcho, abogado, y María Luisa González de la Piñera y Meireles. Su tío Anacleto Bermúdez Pérez de Corcho estuvo implicado en la Conspiración de Vuelta Abajo. Bautizado por el cura Juan Gailán el 23 de julio del mismo año, su partida de bautismo está registrada en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe extramuros de la Habana, actualmente llamada Nuestra Señora de la Caridad, en el Libro 31 de Bautismo de Españoles, folio 505, número 1009.

En el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, Anacleto conoció a José Martí; amistad que se consolida por las preocupaciones de ambos jóvenes, relacionadas con los destinos de la Patria. Juntos, con la participación de otros estudiantes conspiradores, confeccionaban el periódico El Siboney, rotativo subversivo que se elaboraba de forma manuscrita. El texto que de forma clandestina pasaba de mano en mano era muy leído por los alumnos de aquella importante institución docente.

El 15 de enero de 1870 se graduó de Bachiller en Artes y un año después, en junio de 1871, ya tenía aprobado el año de ampliación para estudiar la carrera de Medicina. El 16 de octubre matriculó el primer año de dicha carrera universitaria en la Real Universidad de La Habana con el número de expediente 1444. Un mes después el joven Anacleto se vio involucrado en uno de los sucesos más trágicos de la historia de Cuba, la metrópoli española, en un intento por evadir la decadencia de su gobierno, lanzó un vil zarpazo y privó de la vida a 8 jóvenes estudiantes de Medicina.

El trágico suceso tuvo su inicio en la tarde del jueves 23 de noviembre de 1871. Ese día los estudiantes de primer año de Medicina se disponían a recibir una clase de Anatomía en el anfiteatro anatómico de San Dionisio, contiguo al Cementerio de Espada. Al demorarse el profesor, Anacleto y otros tres estudiantes llamados José de Marcos Medina, Ángel Laborde Perera y Juan Pascual Rodríguez Pérez se pusieron a jugar en la plazoleta situada frente a la entrada del cementerio, con el carro destinado a transportar los cadáveres a la sala de disección.

A primera hora de la mañana del sábado 25 de noviembre de 1871, se personó en la necrópolis de Espada el gobernador político Dionisio López Roberts. Allí el celador Vicente Coba y Quiza, de origen español, le dijo al gobernador que los estudiantes habían rayado el cristal que cubría el nicho del periodista español Gonzalo Castañón Escarano.

El sábado en la tarde López Roberts se presentó en la clase de Anatomía y expresó que sabía que uno o más de los presentes habían cometido desmanes en el cementerio. De inmediato Anacleto preguntó «¿cuáles eran los desmanes?», oyendo con estupor que la lápida de la tumba de Gonzalo Castañón había sido rota y que sus huesos habían sido extraídos y profanados, que al cura lo apedrearon y no declaraba porque le amenazaron con maltratarlo.

Después de un amañado proceso donde se celebraron dos consejos de guerra porque los integrantes del Cuerpo de Voluntarios no aceptaron los resultados del primer consejo, se decidió someter a la pena máxima a ocho jóvenes. De inmediato se escogieron a los cuatro que habían jugado con el carro de los fallecidos en el cementerio y otro joven de 16 años llamado Alonso Álvarez de la Campa y Gamba quien había arrancado una flor del jardín. Luego se procedió a quintar la cifra del resto que faltaba para el número de condenados; eran cuarenta y tres, escogieron uno por cada cinco.

Al quintar, uno de los que salió a la suerte fue Carlos Verdu­go Martínez, de 17 años, quien el día aciago estaba con sus padres en Matanzas. Eladio González Toledo resultó seleccionado en un segundo sorteo fatídico, en sustitución de Esteban Bermúdez, que había sido señalado en el primero, pero como era hermano de Anacleto, se argumentó a favor de no fusilar a dos hermanos. El otro escogido fue Carlos de la Torre Madrigal.

Como expresó Martí: «nadie se ha despedido con más grandeza que ellos de la vida». En capilla, poco antes de ser fusilado, Anacleto redactó una conmovedora carta que su hermano Esteban guardó para la posteridad. La misiva, dirigida a sus padres y hermanos, asumía con valentía que estaba «en el último momento de mi vida» y le pedía «que se consuelen pronto». Asimismo, dejaba su sortija y su leontina a la novia Lola, y se despedía pidiendo la bendición y que no olvidaran su recomendación. En postdata escribió: «Lola, acuérdate de mí, tu Anacleto». Minutos después balas de la fusilería española cegaron la vida de este joven conspirador cubano que solo tenía 20 años de edad.

 

Acerca del autor

Dr. C. Ricardo Hodelín Tablada*

Médico e Investigador histórico. Doctor en Ciencias Médicas. Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Neurocirujano del Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Saturnino Lora”. Santiago de Cuba. Miembro de la Uneac, de la Unhic y de la Scjm.

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